Cuando la autoridad nacional de salud decretó cuarentena para las comunas de Temuco y Padre Las Casas, obligando a permanecer en sus hogares a la población de la capital regional de La Araucanía, su obispo, el salesiano Héctor Vargas, dio a conocer, en la fiesta de la Anunciación, una carta pastoral en la que comparte “una reflexión, expresando mi cercanía de pastor”.
La inicia constatando que “ante la pandemia que azota al mundo, un porcentaje no menor de la población experimenta angustia, incertidumbre ante lo que puede venir, temor y sobre todo mucha vulnerabilidad. Parte del desconcierto, quizás, brota de esta repentina e inesperada situación, que de la noche a la mañana ha puesto en crisis el mundo que veníamos construyendo”, asegura el obispo.
Vida y dignidad humanas en el centro
Indica a continuación que “todo aquello en que habíamos puesto toda nuestra confianza y que nos daban razones para vivir y luchar, como la diversión, el poder que viene de la política, las ideologías, los negocios y la economía (…) enmudecen ante este flagelo y quedan sin respuesta ante un hecho del cual no tenemos aún todas las respuestas”.
“Lo anterior, continúa el obispo, nos ha obligado a volver a poner en el centro de la atención la vida y dignidad de cada ser humano, su valor, su salud, bienestar y salvación. Y entonces, resurge con mucha fuerza, la preocupación por la persona humana al margen de su condición económica, social, política, étnica o religiosa”, señala Vargas en su carta pastoral.
Hace ver cómo los grandes conflictos del mundo parecen disolverse ante esta catástrofe “y nace el anhelo de los acuerdos, de la búsqueda del bien común, la colaboración mutua y la preocupación por los pobres y vulnerables”, expresa para señalar, de inmediato, los valores a recuperar: “Es que por encima de todo hay valores mayores, esenciales que todos estamos llamados a respetar y que en algún momento perdimos por el camino y los despreciamos, como la fe, la esperanza y el amor, encarnados en Jesucristo, el Señor”.
“Es por ello, indica Vargas, que con una fuerza impresionante ha surgido la necesidad de la solidaridad universal, de estar en familia para compartir, reconciliarnos y querernos, valorizando como nunca el tenernos unos a otros; mientras toda oferta del mundo parece vacía y frívola. Es que ante la experiencia de la vulnerabilidad total de nuestra condición humana, volvemos a levantar la mirada y el corazón al Dios de la Vida y del Amor que nos recuerda quiénes somos, en qué consiste nuestra dignidad, cómo vivir esta existencia para que sea plena, y la hermosura de nuestro destino, que por ello no tememos, sino que anhelamos como plenitud de la vida y del amor conquistados por la Pascua del Señor”.
No abandonen al Pueblo de Dios
En ese espíritu, el obispo de Temuco expresa que “esta pandemia es una oportunidad, para hacer renacer una nueva sociedad, sanada humana y espiritualmente, más humilde, menos autosuficiente y soberbia, más preocupada de parir que de matar, de perdonar antes que odiar, de unir lejos de toda confrontación, consciente que solo se puede ser feliz buscando el bienestar de los otros, abierta a la trascendencia, dejándose querer por el amor que Dios Padre le ofrece por su salvación y verdadera sanación en su Hijo Jesucristo”.
Con ese llamado, pide también a toda la iglesia diocesana, sus sacerdotes y laicos, organismos eclesiales y comunidades, “seguir en este empeño, hasta que las autoridades sanitarias, dispongan otra cosa y esta pandemia haya bajado su intensidad y no revista un riesgo para todos”, agradeciendo de inmediato el esfuerzo hecho por todos, en especial de mantenerse “en sintonía con el Señor, a través de las nuevas tecnologías, la radio o la televisión, para estar creativa y espiritualmente unidos en la fe”.
El obispo Vargas termina su carta pidiendo a todos los consagrados que no abandonen al Pueblo de Dios en estos momentos complejos “donde la búsqueda de Dios y de su Palabra son absolutamente necesarias”.
En la despedida reitera a toda la iglesia diocesana su pedido “a tener los resguardos y la prudencia necesaria” y que “no olvidemos de rezar el salmo 91, y de mantenernos firmes en la Fe y animados en la Esperanza”.