Iglesia, política y partidos

Alberto Iniesta

(Alberto Iniesta-Obispo Auxiliar emérito de Madrid) ¿Puede meterse en política la Iglesia?  Pues depende: Si hablamos de los laicos, que son la mayoría y tienen la misión especial de hacer presente a Cristo en medio de la sociedad, no solamente pueden, sino que deben intervenir, dentro de sus posibilidades y carismas, inclusive en política de poder y de partidos. En cambio, la Jerarquía no debe inmiscuirse en ese mundo, salvo cuando se trate del campo de la moral pública, la justicia social,  los derechos humanos, especialmente de los más pobres y marginados, etc., en cuyo caso debe manifestar públicamente su criterio según los principios del Evangelio y la doctrina social de la Iglesia, como ha hecho recientemente -el 30 de enero-, con ocasión de la última reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal.

Los obispos han querido orientar la conciencia, no el voto de los fieles y de aquellos que quieran escuchar sus razones, razonadas y muy razonables si se leen despacio, y no a voleo, solo para buscar titulares sensacionalistas, con frases sacadas de contexto.

¿Y a quién votar, entonces? Nunca podrá presentarse un programa de partido que pueda colmar en plenitud el mensaje del Evangelio,  con su impulso escatológico de tendencia hacia la perfecta perfección, la del Reino de Dios.  En algunos países se ha legislado, con acierto a mi juicio, la obligatoriedad del voto para todos los ciudadanos mayores de edad. Al menos, parece un deber de conciencia esta colaboración al bien común con nuestro voto, después de haber pedido al Espíritu Santo que nos inspire, buscando el mayor bien posible, aun aceptando el mal menor inevitable.

Yo creo que sería mejor, como hacen en algunos países, el sistema de dos vueltas, para que el elector pueda afinar mejor su voto con sentido práctico; pero algo es algo. En mi juventud no podíamos votar los españoles. Ahora no me pierdo ninguna votación, mientras pueda. La urna es como un cauce de colaboración y comunión con mis hermanos y conciudadanos.

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