Vivir la fe en la era digital… y en tiempos del coronavirus


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En el ámbito de las ciencias de la comunicación, una de las facetas más fascinantes de la historia reciente de las religiones tiene que ver con las imbricaciones que se tejen entre la comunicación de la fe y la era digital.



Por supuesto, la incursión de la Iglesia católica en los medios de comunicación no es un asunto reciente. En el caso de América Latina, nos remite al arribo de la imprenta –desde el ‘viejo continente’– y a la emergencia de los primeros periódicos, como ocurrió con El Catolicismo, fundado el 1º de noviembre de 1849 y considerado ‘el decano de la prensa en Colombia’. Un detalle: hoy El Catolicismo subsiste únicamente en formato digital.

Convergencia mediática

Posteriormente, con la emergencia de los mass media asistimos a una eclosión de propuestas evangelizadoras en medios radiales y televisivos, que han perdurado en el tiempo, aunque algunos han migrado a lo digital o a convergencias mediáticas gracias a la ‘magia’ del Internet, como ha ocurrido con el portal A12.com, que desde 2012 integró los contenidos de radio, televisión, de una editorial propia, con los contenidos digitales y multimediales del Santuario Nacional de Nuestra Señora de Aparecida, en Brasil.

Misa Coronavirus Cardenal Salazar

Por supuesto, las incursiones de ‘lo católico’ en internet no se limitan a asuntos informativos o periodísticos. Progresivamente han surgido propuestas y experiencias para vivir la fe en lo digital (en este aspecto hay que admitir que las iglesias evangélicas neopentecostales se han adelantado).

Recuerdo que en los días en que cubría la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Río de Janeiro, en 2013, conocí una interesante historia de un grupo de jóvenes de diferentes países que ya habían participado de otras JMJ y se habían preparado para el encuentro con el Papa rezando durante varias semanas el rosario por Skype. De este modo saldaban las distancias físicas para vivir juntos la fe que los identificaba.

Incursiones en la cultura digital

Actualmente, si algún devoto de Nuestra Señora de Aparecida no puede desplazarse hasta el Santuario Nacional –como ocurre en estos días de confinamiento y cuarentena para evitar el contagio del Covid-19–, puede ingresar desde el portal A12.com a la opción “rece en el Santuario” y visitar diferentes lugares “en vivo”, participar en la Eucaristía vía streaming, realizar el Vía Crucis, rezar el rosario, hacer la consagración a la virgen María, enviar una intención para la misa e incluso encender una vela virtual.

Por estos días muchos grupos pastorales, parroquiales y diocesanos utilizan activamente redes sociales y aplicaciones para vivir y compartir su fe. También hay sacerdotes y obispos que han creado grupos por WhatsApp para enviar a sus feligreses reflexiones sobre el evangelio del día y animar la oración personal en perspectiva de comunión.

Con todo, el camino de apertura de la Iglesia católica a estas y otras experiencias de fe, al tenor de la cultura digital, no ha sido fácil.

Si bien es cierto que la eucaristía por radio y por televisión ha gozado de una amplia aceptación prácticamente desde sus inicios –como alternativa para quienes no podían participar físicamente de la celebración litúrgica–, la penetración de los formatos y de las herramientas digitales en la vivencia de la fe, en muchos casos no ha tenido la misma fluidez, bien sea porque las ‘brechas digitales’ también impactan a los católicos y a sus líderes, o porque prevalece una latente ‘tecnofobia’ en algunos ámbitos eclesiales, como lo pude evidenciar en alguna ocasión, cuando le pregunté a un obispo si era lícito que los sacerdotes utilizaran la tableta en lugar del misal. “No”, fue su respuesta, “porque aún no se había estipulado en la normativa litúrgica”, aunque validó que la Liturgia de las Horas sí podía rezarse desde algún aplicativo.

En los tiempos del coronavirus

Pero es ahora, cuando nos vemos sorprendidos por una pandemia y ‘obligados’ a quedarnos en casa para evitar el incremento del número de contagiados por coronavirus y de víctimas fatales, cuando comenzamos a redescubrir las oportunidades que nos ofrecen las mediaciones digitales en la vivencia de la fe.

Misas por streaming, rosarios por Facebook Live, eucaristías por televisión nacional (con rating en ascenso), subsidios digitales y multimediales para orar en casa y en familia, son algunas de las expresiones de fe ‘en digital’ que se han multiplicado exponencialmente en las últimas semanas, siguiendo el ritmo galopante de las actuales circunstancias de confinamiento mundial.

La histórica bendición del papa Francisco ‘urbi et orbi’, el pasado 27 de marzo, transmitida por televisión y en diversas plataformas por internet, para todo el planeta, nos entrelazó en un mismo momento orante y, de alguna manera, nos trasladó a una Plaza de San Pedro vacía, desolada, y aun así nos sentimos virtualmente junto al obispo de Roma.

La hora de la conversión

De cara a las recomendaciones que ha impuesto la cuarentena en cada jurisdicción eclesiástica, hemos sido testigos –¡en tiempo récord!– de una inusitada flexibilización de las normativas litúrgicas para celebrar la fe en la era digital, y hemos valorado los esfuerzos de muchos sacerdotes que aunque no estaban habituados a las redes sociales ni al streaming, se han lanzado a navegar en el planeta digital.

¿Estamos ante el fin de las dicotomías de la fe real y la fe virtual? Todavía es temprano para saberlo. Sin embargo, en la vivencia de la fe como en muchos otros campos, vamos experimentando que algo está cambiando, y saldremos ‘convertidos’ de esta pandemia. A inicios de este año, el padre Jaime Marenco, responsable de las comunicaciones de la Conferencia Episcopal de Colombia, me decía que “tenemos que reinventar las comunicaciones en la Iglesia”. Creo que estamos en esa hora de ‘reinvención’ en la que confirmamos, una vez más, que comunicar es evangelizar, también en el mundo digital.

* Docente-investigador y Director de Comunicación y Mercadeo de la Universidad de La Salle de Bogotá.