Uno de los pioneros en España en la atención al duelo, José Carlos Bermejo tiene a sus espaldas muchas horas de escucha, de cercanía, de cuidado a quienes la vida se les atragantó en un momento, tanto a través del Centro San Camilo, del que se van a cumplir pronto los 25 años, como al frente del Centro de Humanización de la Salud. Pero reconoce que el duelo que está generando la pandemia del coronavirus en España “es inédito”. Para el religioso camilo, “se nos ha impuesto una muerte íntima en soledad y se añora el valor de los abrazos”.
PREGUNTA.- España ha vivido momentos de duelo colectivo, como asesinatos de ETA con gran impacto emocianal, como el de Miguel Ángel Blanco, o los atentados del 11-M. ¿Qué tipo de duelo, como sociedad, trae consigo el coronavirus? ¿Asistimos a algo inédito a nivel colectivo?
RESPUESTA.- Efectivamente, el duelo del coronavirus es inédito. Es un duelo relegado a la intimidad máxima y entregado a la virtualidad. El ser querido “desaparece” de manos de los tanatopractores o profesionales de la gestión de los restos mortales. El final de la vida es privado de la intimidad de las relaciones en sintonía con la intensidad de los vínculos construidos en la vida. Una ausencia o reducción al mínimo en torno a la persona en final de vida genera un sentimiento de desolación, de impotencia, de gran envergadura. La muerte la habíamos deseado íntima –quizás excepto en el mundo rural, más socializada-, pero rodeada al final de los seres queridos y popularizada en los ritos, al ser posible por los medios que nos permitían fácilmente hacernos presentes en tanatorios y ritos laicos y religiosos. Ahora se nos ha impuesto una muerte íntima en la soledad y se añora el sentido de los ritos y se aprecia el valor de los abrazos, justamente por su ausencia. No tiene precedente.
Recursos virtuales
P.- Vayamos al nivel individual. Las familias no pueden despedirse de sus seres queridos y se les entierra casi en la clandestinidad, solo con sus deudos más cercanos, y para eso, con un número restringido. ¿Qué supone esto para los familiares?
R.- Supone una imposición que indigna, deja desolación. Aumenta la vulnerabilidad a la complicación del duelo, pero también puede generar la creatividad para buscar medios alternativos, comunidades reunidas virtualmente en torno a las expresiones numerosas de los sentimientos a través de los teléfonos móviles.
Algunos hemos creado recursos para usar virtualmente, minutos de rito de exequias grabados, para poder compartir, oraciones para el momento que estamos viviendo (a disposición en www.humanizar.es y www.josecarlosbermejo.es) Es conveniente dar fuerza a esta creatividad porque el vacío abre paso al sinsentido y podrá cobrarnos un precio alto. El ser humano se define también por los ritos de transición y de cierre. Y los más importantes son los que tienen que ver con el morir.
Es el momento de reconocer el valor de la interioridad y de la conexión espiritual, además de virtual. También es el momento de la confianza, de la entrega del deseo de expresar el afecto a los profesionales del cuidado al final y la expresión del respeto a los profesionales de las funerarias.
Acompañamiento
P.- ¿Se podrá cerrar alguna vez el dolor de no haberse podido despedir?
R.- Algunas personas lo harán con sus recursos personales, psicológicos, cognitivos, emocionales, relacionales, espirituales. Otras necesitarán pedir ayuda a expertos en el acompañamiento y vivencia del duelo complicado. existen Centros especializados en esto, como por ejemplo los Centros San Camilo, desde 1997 accesibles en www.humanizar.es y también iniciativas nuevas que están surgiendo.
Es el momento de apreciar más los recursos de la lectura. Las numerosas relaciones en torno al morir nos ponían en sociedad. La soledad ahora nos genera tiempo que podemos gestionar en la lectura, no solo de los mensajes cortos, sino también de aquellos artículos y libros que pueden servir para empoderarnos en medio del sufrimiento y para comprender el proceso de adaptación y de elaboración del dolor por la pérdida.
El camino del perdón
P.- Hay casos de personas que trajeron a sus casas a sus padres mayores pensando que así estarían más protegidos y, al final, esos hijos han sido los vectores del contagio que ha acabado con la vida de los mayores. ¿Cómo se masca esa culpa?
R.- Cuando la culpa es racional, haya mucha responsabilidad o esté atenuada por las circunstancias, solo tiene un camino de curación: el perdón. A uno mismo, en primer lugar, y a quien pudiera haber participado en el proceso. Cuando la culpa es irracional, es conveniente intentar desmontarla con el peso de los argumentos, si bien, transitoriamente, puede ser también un modo de empoderarse y no entregarse al sinsentido.
P.- ¿Este duelo va ser más lento y arduo de lo normal?
R.- El duelo es un proceso de adaptación y de trabajo. De realización de tareas asociadas al dolor de la pérdida del ser querido. Es difícil definir el ritmo, porque depende no solo de las circunstancias en que se produce la pérdida, sino también del tipo de vínculo. Son numerosos los factores que pueden complicar el duelo. Este es uno más.
Gestionar el día a día
P.- ¿Cómo se puede ayudar, sin ser un experto, a las personas que están pasando por este trance justo en estos momentos, cuando incluso los profesionales de la escucha están desbordados por la magnitud de la pandemia? ¿Hay una escucha de urgencia, por así decir?
R.- Hay que priorizar y poner la atención en las necesidades básicas. La persona en duelo en estos momentos puede tener dificultades para gestionar su cotidianeidad, la intendencia de la vida equilibrada en la alimentación, en la higiene, en el autocuidado. Lo primero es velar porque el doliente mantenga las rutinas saludables de cuidado de la propia vida.
La atención al mundo emocional hay que equilibrarla para no saturar a la persona de lo que no sea capaz de procesar por exceso de mensajes o por su duración. El ritmo ha de ser respetuoso y acomodado a cada quien. El doliente también tiene que priorizar a quién se dirige y de quién acepta la relación, porque el móvil y la capacidad de acoger mensajes y responderlos, es limitada. Es necesario autogestionarse con ponderación, buscando lo que realmente construye y saliéndose de los dinamismos que se paran en la lamentación y en la dramatización.
Resignificar es un poder que tenemos: asignar un sentido a lo que vivimos. Aunque no lo encontremos, podemos decidir qué sentido queremos dar a la situación: un sentido de amor y solidaridad por la humanidad herida, una transformación del dolor en solidaridad hacia otros, una visión más amplia del mundo relacional, una oportunidad para reconocernos habitados por el Misterio.