"Cuando tocamos el dolor de las personas –asegura este terapeuta del Centro de Orientación Familiar Lagungo de la Diócesis de Bilbao– hay que revestirse de humildad, prudencia y apertura, hacer un esfuerzo para mirar desde la fe y la confianza, y verter en este pozo de oscuridad una pequeña chispa de luz que permita un soplo de esperanza"