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La iglesia del hospital del Espíritu Santo en Sassia, frente a la Curia General de los jesuitas, es el lugar habitual de reunión de la comunidad polaca en Roma. Además de ser el lugar donde se venera uno de los cuadros de la Divina Misericordia, devoción impulsada por santa Faustina Kowalska, una reliquia recuerda al papa san Juan Pablo II, que hizo resurgir este templo romano con este nuevo cometido. 20 años de cumples de eta dedicación del papa polaco y Francisco ha celebrado allí la primera misa fuera del Vaticano desde que la pandemia del coronavirus trastocó la vida en el planeta.
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El diario italiano Avvenire, propiedad de la con Conferencia Episcopal, ha elegido una foto de la agencia italiana ANSA para ilustrar la celebración. Además de mostrar el templo con un número reducido de fieles, en la acera encontramos a un monseñor y a una religiosa de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia –congregación de santa Faustina– a juzgar por la característica forma de llevar la toca. El prelado, que está con la fregona en mano dando una pasada a los alrededores de la iglesia, es el rector del templo, Josef Bart. Una Iglesia que sirve, “mordiendo” en las verdaderas realidades cotidianas, como decía el obispo Jacques Gaillot en su famoso bestseller ‘Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada’.
Poco después de esta instantánea, diría Francisco en la homilía que “esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos. Que lo que está pasando nos sacuda por dentro. Es tiempo de eliminar las desigualdades, de ‘reparar la injusticia’ que mina de raíz la salud de toda la humanidad”. La condena tan fuerte del clericalismo de Francisco hace que nos acostumbremos a imágenes como el Papa disponiendo él mismo las cosas en el altar como en la misa de cada día en Santa Marta o esta de domingo o que veamos aun monseñor preocupado por desinfectar a fondo sin miedo a la que la lejía decolore su fajín.
Las mujeres
El evangelio que se lee en la misa de la Divina Misericordia es el de Tomás y su encuentro con el resucitado, ya que es el elegido para cerrar la Octava de Pascua. Una semana en la que la liturgia recorre todos los encuentros con el resucitado tras haberse leído en la Vigilia Pascual en encuentro de Jesús con las mujeres según el relato del evangelio de Mateo y el diálogo con maría Magdalena, del evangelio de Juan, el domingo de Pascua.
Francisco aludió a estos encuentros a pocos metros de la reliquia de santa Faustina Kowalska. Y es que la Pascua para Francisco es una ocasión para reivindicar a las mujeres valientes que estaban dispuestas a acoger el mensaje de la Resurrección. Reclamaba Francisco el sábado por la noche: “las mujeres no se quedaron paralizadas, no cedieron a las fuerzas oscuras de la lamentación y del remordimiento, no se encerraron en el pesimismo, no huyeron de la realidad. Realizaron algo sencillo y extraordinario: prepararon en sus casas los perfumes para el cuerpo de Jesús. No renunciaron al amor: la misericordia iluminó la oscuridad del corazón. La Virgen, en el sábado, día que le sería dedicado, rezaba y esperaba. En el desafío del dolor, confiaba en el Señor. Sin saberlo, esas mujeres preparaban en la oscuridad de aquel sábado el amanecer del «primer día de la semana», día que cambiaría la historia”.
Esta es la Iglesia que impulsa Francisco, la que vive la misericordia transmitiendo esperanza en estos momentos inciertos. La Iglesia mujer que sabe tirar de fregona cuando es necesario para servir a la justicia y al bien.