En el mundo humanitario se habla siempre de salvar vidas en un sentido literal. Estamos acostumbrados a ver las imágenes de grandes despliegues humanitarios con trabajadoras y trabajadores desplegados en diversas esquinas del planeta, en el terreno distribuyendo alimentos, medicina, agua y suplementos básicos de sobrevivencia. Lo hemos visto en contextos de crisis humanitarias prolongadas ocasionadas por el impacto de desastres naturales, guerras e inestabilidad política.
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Ahora silenciosos tomando un alto riesgo de exposición al Covid-19, miles de trabajadores de salud luchan a contra reloj por preservar la vida de muchos pacientes a pesar de las críticas, los actos de violencia y discriminación a los que algunos se han tenido que enfrentar. Debemos recordar que quienes trabajan en el sector salud están expuestos a la propagación del virus de manera más directa. La gran mayoría de estos nuevos rostros de trabajadores ahora humanitarios que salvan vidas están ahí en sistemas colapsados de salud, ya sea por convicción u obligación, haciendo de su trabajo la principal estrategia de lucha frente a la epidemia a pensar de la falta de insumos de protección personal en países como México.
La actitud de discriminación que se da frente a las trabajadoras y trabajadores del sector salud no debe ser tolerada, como tampoco deberíamos estigmatizar a las personas y familias que tienen un paciente infectado de Covid-19, ni a las poblaciones vulnerables que podrían contagiarse. La discriminación no es más que la muestra de nuestros sesgos y prejuicios sociales más arraigados. En este momento, debemos mantener la mirada humanitaria: salvar vidas sin importar cuáles sean, ni las razones de su enfermedad o la pertenencia a un grupo social.
A diferencia de otras emergencias, esta situación de epidemia no es un juego de suma 0, no es un partido de las vidas arrebatadas por Covid- 19 versus las vidas arrebatadas por la pobreza; no debería ser un problema del sector salud versus el impacto económico. Nuestra lectura de la realidad no debería estar segmentada a causa de los sesgos y prejuicios. Esta situación nos invita a ponernos los lentes de la interseccionalidad y los lentes de la solidaridad. Solamente así caeremos en la cuenta que todos tenemos múltiples capas de vulnerabilidad que se ven aumentadas por la realidad de Covid- 19, que un alto porcentaje de la población está sufriendo los efectos directos o colaterales de la epidemia, ante esta situación la solidaridad demostrada en el compromiso de hacer bien lo que nos toca, como lo están haciendo miles de trabajadores sanitarios alrededor del planeta.
El papa Francisco nos ha regalado hace algunos días la meditación ‘Un plan para resucitar’. Nos dice que “Señor Jesús, con su novedad puede siempre renovar nuestra vida la de nuestra comunidad... Mirad que realizo algo nuevo, ya está brotando ¿No lo notan? (Is 43, 18 b). Dios jamás abandona a su pueblo, está siempre junto a él, especialmente cuando el dolor se hace más presente”.
Buscar salvar vidas es algo que quizá no habíamos notado, es un bien común que nos recuerda nuestro vínculo con la comunidad. Esto también es parte del Plan para Resucitar. Dios se hace presente entre nosotros con pequeños actos y mensajes que representan rayos de esperanza en tiempos de oscuridad.