(Juan Rubio-Director de Vida Nueva)
Los obispos van de elecciones a la par que las legislativas. La coincidencia los arrastra a la arena político-mediática como un acto más en la ceremonia de la confusión a la que, impotentes y molestos, asisten muchos cristianos que saben que la Iglesia no es sólo la Conferencia Episcopal, mero organismo de trabajo pastoral conjunto. La Iglesia pivota en la comunión diocesana. Más debe preocupar el perfil de los obispos en general que el presidente de la CEE en particular. Ver las cosas así relaja mucho. Es algo que les aconsejo. Seguro que harán una elección serena en este momento en el que la Iglesia se juega mucho de su imagen. Hoy más que nunca se demanda un ejercicio de comunión serena a la hora de votar. Comunión y serenidad, dos coordenadas importantes. No se votará una línea de pensamiento, por otra parte tan afín en las mitras. Se votará una forma de estar y acometer los temas actuales. El elegido debe saber que España no es una macro-diócesis, ni Añastro el centro operaciones de toda actividad episcopal. Hay que superar la trampa dualista de cuño tan español. El gran Lagartijo necesitaba de un Frascuelo y Manolete se crecía ante Arruza. Eran parecidos, pero no idénticos, y en la manera de templar y mandar se ajustaba el éxito. El tendido pita o aplaude desaforadamente, pero es el diestro el que cuaja faenas. Hace falta comunión y sosiego, y no dejarse llevar por el dualismo. Comunión y serenidad y una larga oración previa a la emisión del voto secreto, una rendija que le queda al Espíritu Santo para trabajar. El Espíritu sopla donde quiere y sorprende tanto a las matemáticas como a los sueños.
Publicado en el nº 2.602 de Vida Nueva (Del 23 al 29 de febrero de 2008).