En nuestro último encuentro, previo al festejo de La Pascua, terminábamos la revisión de las características del arte y oficio de acompañar, desde la dimensión pastoral, a partir del trazado general que el Santo Padre Francisco nos comparte en Evangelii Gaudium.
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Hemos comentado entonces la relevancia de cuatro aspectos básicos del acompañamiento que podemos incorporar a nuestra práctica: “prudencia”, “comprensión”, “espera” y “docilidad al Espíritu”.
Ahora, con ese precedente cimentado en nuestra consideración, concentremos la mirada en la del corazón mismo del acompañamiento: ¡La escucha activa y volcada sobre el otro!
Nos dice el Papa:
“Necesitamos ejercitarnos en el arte de escuchar, que es más que oír. Lo primero, en la comunicación con el otro, es la capacidad del corazón que hace posible la proximidad, sin la cual no existe un verdadero encuentro espiritual. La escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos desinstala de la tranquila condición de espectadores”.
Comento desde el final de la cita que me parece un gran principio de acción para la reflexión de hoy: ¡la verdadera escucha del otro debe aniquilar nuestra indiferencia!
El Papa emplea una palabra en particular “desinstala”, y no me parece casual. Parte de una terminología muy propia de nuestra época tecnológica para hacernos ver que escuchar al otro, con detenimiento, pide de nosotros la renuncia voluntaria a ser simples espectadores. Asumir este modo de pensar nos obliga a eliminar de nuestra atención la actitud de la indiferencia, llevándonos a “instalar” una nueva manera de encontrarnos con el otro a quien servimos.
La escucha activa no puede alcanzarse sin la proximidad que nos ofrece la empatía. Y quien acompaña debe, por un lado concentrar la atención en quién le abre su interioridad, y escuchar sabiendo que dicha acción podría representar un desafío a la tranquila condición de la indiferencia.
¡Escuchar verdaderamente al otro debe transformarnos, para disponernos a ese encuentro espiritual que el Papa nos dibuja en pocas líneas!
Digámoslo sin rodeos: ¡escuchar al otro de manera profunda es un acto de misericordia, en cuanto movimiento de nuestro corazón, para acercarnos sabiendo que, a pesar de nuestra propia vulnerabilidad y fragilidad, somos capaces de servir a la persona y hacerle saber que no se encuentra sola!
Y es que solo se puede acompañar desde la empatía, desde la conexión que provoca el verdadero encuentro, donde el otro asume la relevancia que tiene para nosotros todo aquello que nos dice, menciona de pasada, piensa con detenimiento, siente con intensidad y asume como compromiso.
Se dibujan también, en la reflexión del Papa, las consecuencias de una escucha desde la proximidad del corazón. Puesto que al proceder de dicho modo podremos encontrar el gesto y la palabra adecuada, a veces expresada en forma de pregunta, que le permite al otro sentirse acompañado y desde esa experiencia que aniquila las sensaciones de escasez, apatía y abandono, juntos podremos encontrar una respuesta más personal a los desafíos que nos exigen una postura en particular.
Escuchar es un arte, comencemos a practicarlo y así podremos acompañar mejor a quienes tenemos cerca, a quienes tenemos a cargo, y a quienes podamos servir para la mayor Gloria de Dios en medio de esta época compleja y demandante.
En nuestro próximo encuentro, terminando la reflexión de apertura de este espacio, podremos cosechar de mejor manera los frutos de la escucha y trazaremos el rumbo para el desarrollo de habilidades básicas que un profesional del acompañamiento debe ejercer con la maestría y dedicación de un verdadero artesano de la persona.
¡Hasta pronto y hasta siempre!