Este número de Donne Chiesa Mondo está dedicado a las mártires, a las mujeres que, dando un testimonio extremo de fe, no obedeciendo a quien pretende la abjuración o la abdicación de los deberes cristianos, sacrifican la vida. Son muchas. Y veréis en los artículos dedicados a ellas, que no pertenecen al pasado, no son el residuo de una persecución antigua y practicada solamente de forma excepcional en zonas remotas del mundo.
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El martirio femenino es una difundida, trágica y concreta realidad del mundo moderno. Mujeres cristianas y yazidíes en Siria y en Irak, pakistaníes, nigerianas, sudanesas, congoleñas, somalíes o eritreas. Religiosas que se han puesto del lado de los últimos en los rincones más remotos de la tierra, campesinas, madres, estudiantes. Ellas son las nuevas mártires. “Las más perseguidas entre las perseguidas”, así han sido definidas por los pocos que se ocupan de ello. Los seres humanos que pagan más que otros la adhesión a una fe.
No hablamos de las mujeres mártires de la fe para advertir o denunciar. O para intentar eliminar la espontánea y culpable censura con la que la prensa convencional oculta su vida, su elección y su muerte. No escribimos sobre ellas para compadecerlas como víctimas sacrificiales de un mundo malo y violento. Lo hacemos porque para las que hacemos este periódico, que pertenecemos a diferentes religiones o somos laicas –para todas nosotras–, su martirio no parece ser un signo de debilidad, sino de fuerza, de una gran fuerza femenina.
Como en el pasado, las nuevas mártires son asesinadas, a menudo brutalmente torturadas. Como en el pasado, el hecho de ser mujeres las convierte en objetivos más fáciles. Como en tiempos pasados su cuerpo ha sido sometido a la violencia sexual y a la explotación. Y también su testimonio –a cualquier religión que pertenezcan–, indica una grandeza en la afirmación de la fe, una capacidad de ir más allá de lo cotidiano, una resistencia espiritual, una fuerza moral, una coherencia y fidelidad a la misión encomendada que merece reconocimiento y admiración.
Las mártires nos hablan de un modo de ser mujer en la Iglesia y en la fe lejos de acuerdos y desobediencia de las reglas establecidas del poderoso de turno, que se enfrenta directamente con un ideal superior hasta la renuncia de la vida. En un mundo en el que el heroísmo es considerado solo masculino y en el que las opiniones y las convenciones son maleables, fluidas y subordinadas, las mártires invierten los estereotipos de la mujer débil y sometida a los modelos dominantes. Por esto constituyen un modelo femenino también en la modernidad. Sobre todo, en la modernidad.