La familia
Polonia celebrará de forma más discreta de lo previsto por culpa del coronavirus este 18 de mayo en el que se cumple el centenario del nacimiento de Karol Józef Wojtyła en la población de Wadowice. Una de las sorpresas la anunció hace unas semanas el arzobispo de Cracovia, Marek Jędraszewski, al hacer pública la decisión de la Conferencia Episcopal Polaca de iniciar los procesos de canonización de la Sierva de Dios Emilia Wojtyła née Kaczorowska y del Siervo de Dios Karol Wojtyła, padres del papa Juan Pablo II.
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El matrimonio de los Wojtyła-Kaczorowska tuvo tres hijos, siendo Karol el menor. Cuando el futuro papa nació, su hermana Olga ya había muerto y su hermano Edmund fallecería en 1932 cuando como médico se contagió de escarlatina por un paciente humilde. Dicen los vecinos del entorno que Emilia era tan devota y creyente que quería que el pequeño Karol naciera cerca de una Iglesia para que lo primero que oyera fuera música litúrgica.
La madre de Juan Pablo II falleció en 1929, cuando tenía nueve años. Con su padre, Karol se trasladaría a Cracovia durante los años universitarios. En 1941 fallecería Karol padre, que era suboficial del ejército polaco y sufrió las consecuencias de la ocupación de los nazis al país natal de los Wojtyła.
Al mirar la vida de Emilia y Karol Wojtyła los obispos han destacado que los progenitores “practicaron virtudes heroicamente, que disfrutan de la reputación de santidad y, a través de su intercesión, las personas reciben los favores de Dios”. Y una de las anécdotas que aportó el arzobispo de Cracovia fue que el tercer embarazo de Emilia fue de riesgo. “Los médicos dijeron que su embarazo amenazaba su vida”, pero “ella no dudó y decidió dar a luz a su hijo, que nació el 18 de mayo de 1920”. El niño estaba sano, pero su madre, “tal como pronosticaron los médicos, no se recuperó después del parto”, empeorando su salud poco a poco.
El papa Francisco
Hoy a las 7:00 h. de la mañana Francisco cerrará sus transmisiones de misas diarias durante las semanas más intensas del coronavirus desde la capilla de San Sebastián de la basílica Vaticana. Junto a los restos de Juan Pablo II, trasladados por su canonización, el papa Francisco hará este gran gesto con el papa al que le separan muchas diferencias a la hora de marcar sus prioridades del pontificado.
Mañana se cumple el centenario del nacimiento de San Juan Pablo Il. Lo recordamos con mucho afecto y agradecimiento. A las 7.00 AM celebraré la Santa Misa, que será transmitida a todo el mundo, desde el altar en el que reposan sus restos mortales. https://t.co/xRB3LYdf1D
— Papa Francisco (@Pontifex_es) May 17, 2020
Además de la misa, el papa Francisco ha escrito el prólogo de un libro conmemorativo que ha hecho la editorial del Vaticano: ‘San Juan Pablo II: 100 años. Palabras e imágenes’. Un libro que recoge una serie de textos e imágenes del pontificado. En su texto introductorio, Francisco recalca como “san Juan Pablo II fue un gran testigo de la fe, un gran hombre de oración que vivió completamente inmerso en su tiempo y en constante contacto con Dios, una guía segura para la Iglesia en tiempos de grandes cambios”.
Yendo a los personal, recuerda que “muchas veces durante mi vida como sacerdote y obispo lo he mirado pidiendo en mis oraciones el don de ser fiel al Evangelio como nos lo ha testimoniado”. Comentando su magisterio, destaca “su gran pasión por lo humano, su apertura, su búsqueda del diálogo con todos, su determinación de hacer todo lo posible por detener las guerras, su propensión a salir al encuentro de cualquiera y a abrazar a los que sufren”.
Bergoglio habla del pontífice como quien dio voz a la “Iglesia del silencio” del otro lado del Telón de acero. “Lo que a veces corremos el riesgo de olvidar, y que me gustaría llamar la atención de los lectores, es cuánto ha sufrido este Papa en su vida. Sus sufrimientos personales estaban vinculados a los de su pueblo y su nación, Polonia”, advierte.
“Fue un gran testigo de la misericordia y durante todo su pontificado nos llamó a esta característica de Dios”, señala el Papa. “Escuchamos su llamada para abrir de par en par las puertas a Cristo, para no tener miedo. Caminemos alegremente, a pesar de las dificultades, por los caminos del mundo, siguiendo las huellas de los gigantes que nos han precedido en la certeza de que no estamos ni estaremos nunca solos”, concluye Francisco.