Las entidades reunidas en esta carta, preocupadas y ocupadas por la pandemia del COVID-19 y por la crisis sanitaria, económica y social que se ha generado a escala mundial, nos reunimos para llamar a la reflexión colectiva y a la acción internacional.
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Estamos atravesando por una crisis de dimensiones muy amplias que afecta toda nuestra cotidianidad en todos los rincones del planeta. España es uno de los países más afectados y agradecemos a todas las instituciones, profesionales, voluntariado y organizaciones que, día a día, trabajan para sacar adelante a todos y a todas. Siendo conscientes de esta situación, queremos también visibilizar la situación que están atravesando aquellos países que, debido a la pandemia, se están viendo confrontados a la agudización de un contexto de fragilidad no sólo sanitario, sino económico y social. En concreto, queremos alertar y solicitar medidas audaces y necesarias para los países de África.
Encarnados en el continente
Lo hacemos como organizaciones que trabajamos diariamente con nuestros socios locales en terreno en África, a partir de nuestra presencia en 38 países al sur del Sahara, con un trabajo de décadas centrado en Servicios Sociales Básicos: salud, educación, acceso al agua y a los alimentos, con especial atención a los colectivos más vulnerables. Un trabajo intensivo en personal a través de 5.000 misioneros, el 40% de los cuales son nativos africanos, y más de 500 voluntarios de nuestras entidades. Traemos con nosotros la experiencia de campañas como ‘África cuestión de vida, cuestión debida’, y alianzas como Enlázate por la Justicia, así como décadas de trabajo por un mundo social y medioambientalmente justo y sostenible.
Por eso, valoramos el sentido de pertenencia a la familia, el respeto intergeneracional, la comunicación personal, el valor del tiempo para el encuentro, el cuidado y agradecimiento a la tierra que proporciona el alimento, el cultivo de la vida interior… La conciencia de que lo más importante es la vida.
Se agravan las consecuencias
A día de hoy, el continente africano tiene más de 86.700 casos confirmados de coronavirus, y ya cuenta con 2.800 personas fallecidas, y estas cifras continúan en aumento. Nuestras socias locales en terreno nos informan de la realidad que ya es acuciante: escasez de materiales de protección sanitario, de productos de higiene, termómetros, medicamentos. Y, como contrapartida, una cantidad cada vez mayor de personas cayendo en la indigencia, luchando por conseguir alimentos para el día al día, con problemas para acceder a los centros de salud debido a las restricciones en el transporte.
La enorme gravedad que supone la amenaza de la pandemia en términos sanitarios se superpone a los grandes esfuerzos que están haciendo en los países africanos para enfrentar otras enfermedades que continúan haciendo estragos, como la malaria, el VIH, la tuberculosis, las enfermedades olvidadas o el ébola, el cual, lamentablemente, aún continúa activo en RDC. Si bien los distintos países de África están tomando medidas de prevención y de intervención temprana para anticiparse y combatir la pandemia, es una realidad que esta emergencia global los encuentra con sistemas sanitarios muy frágiles, con escasos insumos médicos como respiradores, con dificultades de acceso al agua potable y artículos de higiene.
Consecuencias económicas
A esto se le suman las consecuencias económicas que ya están teniendo las medidas tomadas en el mundo entero y en los propios países para detener la pandemia, que pueden poner en peligro los esfuerzos que se han estado haciendo desde hace años para reducir la pobreza extrema en estos países y pueden conducirlos a su primera recesión económica en 15 años. Hasta la llegada del coronavirus, siete de las 15 economías de más rápido crecimiento en el mundo eran africanas. Ahora, un mayor índice de desempleo, el encarecimiento de los productos de primera necesidad y su escasez, la fuerte dependencia de la exportación de materias primas en un contexto de caída de la demanda, las dificultades que los intercambios comerciales están sufriendo, están arrastrando a más personas a la indigencia y a la exclusión social. Además, el hecho de que gran parte de la economía sea informal hace que la mayoría de los trabajadores no pueda contar con medidas de apoyo en caso de cierre por confinamiento y existen serios riesgos para garantizar la seguridad alimentaria.
Por eso, creemos que el momento de aumentar la colaboración con los países de África es ahora; es la oportunidad para repensar un sistema que ha exacerbado la desigualdad entre y dentro de los países, generando condiciones de pobreza extrema, donde se ha degradado el medio ambiente y estamos poniendo en peligro nuestra sustentabilidad presente y futura como humanidad. La pandemia sanitaria se ha venido a sumar a otras pandemias: la pobreza y el hambre; las guerras y los conflictos armados, que han dejado millones de desplazados y refugiados; a la degradación medioambiental y al expolio de los recursos naturales.
Acceso a los servicios básicos
No debemos y no podemos mirar para otro lado. Es la hora de tratar con la misma dignidad y garantizar el acceso a los servicios básicos a los pastores y campesinos de África, como a los directores generales de las grandes empresas, nuestro mundo ya no acepta más desigualdad.
Debemos aportar soluciones creativas, como nos ha invitado el papa Francisco, y también soluciones decididas, contundentes y estructurales, que no sean mera asistencia, sino que logren calar en los problemas reales de los países en cuestión: con el cese de los conflictos armados, la condonación de la deuda externa de los países africanos altamente endeudados y la implementación de un salario universal como medidas urgentes y necesarias.
En un contexto donde los estados africanos necesitan consagrar más recursos para sostener los sistemas de salud y diseñar medidas sociales para enfrentar la ralentización de la economía, se da la paradoja que la mayoría de estos países destinan más recursos a pagar su deuda externa –con tasas de interés que alcanzan hasta el 15%– que para financiar la educación o la sanidad. Algunos representantes africanos están alertando y poniendo sobre la mesa nuevamente el problema que significa la deuda, como el primer ministro etíope y Premio Nobel de la Paz Abiy Ahmed; el jefe de Estado senegalés, Macky Sall; y el presidente de Sudáfrica y de la Unión Africana (UA), Cyril Ramaphosa, y cuentan ya con un movimiento sólido respaldado por los países de la región.
Es posible y necesario
Por eso, nos sumamos a estas advertencias y, especialmente, al llamamiento que ha hecho el Papa, así como líderes africanos del Sahel, algunos líderes europeos y numerosas organizaciones, para la condonación de la deuda a los países de África: es una medida posible y necesaria para que estos países puedan enfrentar la crisis que se avecina con mayor margen de maniobra y recursos. No alcanza con suspender el pago de la deuda, hay que ir más allá y proceder a la cancelación del pago de la deuda. Es una medida justa. Sabemos que se ha tomado el compromiso de analizar esta propuesta: debemos actuar y debemos actuar ahora.
También, con esta crisis queda plasmada la necesaria interrelación entre la salud, la economía, la justicia, la paz, la educación, el trabajo y la igualdad. Tenemos una hoja de ruta donde mirar para dar los próximos pasos: la Agenda 2030 nos ofrece un camino donde todos podemos sentirnos reflejados, con Objetivos de Desarrollo Sostenibles que nos acerquen a un mundo socialmente justo y medioambientalmente sustentable
Las organizaciones aquí firmantes, mancomunamos esfuerzos y hacemos un llamamiento a la comunidad internacional para que se tomen medidas audaces y creativas para que de esta crisis salgamos todos y todas, sin dejar a nadie atrás. El tiempo es ahora.