Primeros gestos de victoria ante el coronavirus: reabre (a medias) el Santo Sepulcro de Jerusalén

Franciscanos en el Santo Sepulcro

Después de dos meses cerrado a causa del coronavirus, el Santo Sepulcro de Jerusalén abrió ayer, domingo 24 de mayo, de nuevo sus puertas. Por ahora, no podrá haber más de 50 peregrinos simultáneamente en el recinto, pero el templo más importante para los cristianos de todas las confesiones, al albergar el sitio donde la tradición dice que murió en la cruz y resucitó Jesús, ha superado una de sus peores crisis en su historia. Eso sí, matiza AFP, por ahora no podrán acceder los fieles, pues, al entrar ayer ya 50 clérigos, no hubo sitio para los laicos que esperaban, no quedando aún del todo claro cuándo podrán pasar estos.



Para encontrarnos con otro cierre del Santo Sepulcro (a excepción de lo que ocurrió en 2018, cuando las confesiones presentes clausuraron la iglesia por tres días en protesta contra una subida de impuestos considerada desmesurada) hay que remontarse al año 1349, cuando otra epidemia, la Peste Negra, obligó a los custodios cristianos a trancar sus puertas.

Vuelta por la Ascensión

Sin duda, ha sido inédita la imagen de un Santo Sepulcro sin fieles celebrando en su interior el fin de la Cuaresma, la Semana Santa o los primeros domingos pascuales. Ayer, solemnidad de la Ascensión, fue cuando se rompió una circunstancia histórica y, desde ahora, poco a poco, volverá a imponerse la normalidad. Aunque sea la “nueva normalidad”…

También es muy importante la simbología, esperando todos los fieles el momento de volver a ver a Adib Yudeh recuperar la acción que su familia ha hecho cada día desde hace siglos: al empezar a clarear, subirse a una escalerilla y abrir la iglesia…

Tras los pasos de Saladino

Yudeh es el actual miembro de la familia musulmana del barrio que, desde hace ocho siglos, tiene el honor de abrir y cerrar cada día el templo cristiano más importante del mundo. Un encargo que se ha ido pasando de generación en generación desde que el primer miembro de la familia recibiera el encargo de hacerlo por parte de Saladino, el sultán que conquistó Jerusalén a los cruzados en 1187, siempre con la intención de que la iglesia no fuera atacada jamás por otros musulmanes.

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