Italia ha vivido este domingo la primera jornada de vuelta generalizada de fieles a las misas tras las semanas más intensas de la pandemia por el coronavirus. Con este motivo, el cardenal Konrad Krajewski, limosnero de Su Santidad, ha definido la ocasión como “una liberación después de la espera” porque la eucaristía es una “presencia no es reemplazable”.
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Ante el injusto vacío
El prelado señala que aunque los fieles “no pueden todavía abrazarse, pero si reunirse para celebrar el encuentro con Jesús”. A pesar de las distancias, los cristianos empiezan a vivir “una liberación tras una dolorosa y larga espera –demasiado tiempo–” en la que la misa se seguía a través del móvil o la tablet. “Los fieles han soportado un sacrificio demasiado grande”, lamenta, aludiendo a grandes espacio como la Plaza de San Pedro u otros espacios en los que la espera podría haber sido menor. “Los familiares de los muertos sufrirán toda su vida también por este injusto e inconsolable vacío”, sostiene.
“El aspecto religioso y espiritual es crucial en la vida, como sólo lo es el amor. Pero la intimidad y la interioridad no son suficientes, y tampoco lo es Internet”, denuncia. “La religiosidad tiene una necesidad vital de lo ‘físico’. Esta es la mayor y más importante lección que se puede aprender de estos meses de lugares de culto cerrados”, propone.
La fuerza de los sacramentos
“Todos los días me pregunto: ¿Qué haría Jesús? ¿Dejar a los pobres sin comida? ¿Sin ir al baño? No, no lo haría. Por eso durante el cierre nunca cerramos los servicios bajo la columnata de San Pedro. Tampoco la clínica: ¿por qué si no los sin techo irían a buscar medicinas, por ejemplo para la tensión arterial?”, apunta. “Al mismo tiempo, el grito de ira, tristeza y protesta de miles de fieles en estos meses debe animarnos a no dejar a la gente sin los sacramentos. Nunca. Especialmente cuando la desesperación los lleva a aferrarse a Dios”, propone.
“Tenemos que agradecer al gobierno que con sus decretos nos muestre el camino hacia la salud, pero no podemos olvidar que sólo siguiendo la Palabra de Dios nos convertimos en ‘santos’”, reclama. “Los sacerdotes debemos recordar y dar testimonio de que cuando nos encontramos en situaciones de incertidumbre y miedo, debemos abrir el Evangelio y buscar la situación similar a la nuestra … Y resulta que todo se remonta al mandamiento del amor: amar al prójimo como a uno mismo. El resto viene como consecuencia”, concluye.