Vive Cristo, esperanza nuestra. La esperanza es la más humilde de las tres virtudes teologales. Lo afirma Francisco. Es la palabra que el Papa más a citado durante sus homilías de Santa Marta televisadas en medio de la pandemia del Covid-19. Unos sermones que han sido toda una catequesis sobre la esperanza. Y en la que también ha reconocido el papel de la Vida Religiosa ante el coronavirus. Los religiosos han sido, son y serán testigos de esperanza aun en la Noche Oscura.
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En primera línea, sin quererlo, hermanas y hermanos se han entregado a los demás, ya sea desde el consuelo de un capellán, el cuidado de una religiosa, el acompañamiento desde la pastoral o el ámbito educativo, desde el liderazgo de una congregación o una diócesis, en el barro con migrantes o los más vulnerables, y, desde la contemplación, rezando por la humanidad que sufre… En todos los espectros de la sociedad, la Vida Religiosa, presente.
Este número especial de SomosCONFER ofrece el testimonio de diez consagrados que, desde su realidad, intentan ser testigos de esperanza, mostrar a quienes rodean que hay luz pascual incluso en las tinieblas. Al igual que Jesús lloró al ver Jerusalén, los consagrados lloran hoy con sus coetáneos, dando ese abrazo necesario (a veces virtual), conscientes de que no debemos olvidarnos de la palabra. Tampoco del gesto.
Estas páginas están acompañadas por la imagen de una jaula y un árbol, que busca simbolizar a los religiosos cuya esperanza emerge de su raíz, de su ser consagrados, y guardan la llave para contagiarla al mundo incluso cuando parece que no cabe motivo para esta virtud teologal que acompaña a la caridad y la fe como las otras dos ramas de su ser y hacer.
La Vida Religiosa mira estos momentos de pandemia a través de los ojos de Jesús, autor de la esperanza. Porque, como dice Jorge Mario Bergoglio, “la esperanza no defrauda”. “No se trata de una fórmula mágica que haga desaparecer los problemas. Es la victoria del amor sobre la raíz del mal”.