Tribuna

¡Ya es la hora! Algo nuevo está emergiendo

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Hagan todo lo que Él diga. ¡Ya es la hora! Es el lema del Horizonte inspirador para la vida religiosa caribeña y latinoamericana propuesto para estos años, a la luz del texto de las Bodas de Caná (Jn 2,1-2). Y desde ese lema nos preguntamos ¿Qué nos dice Jesús y qué tenemos que hacer hoy los religiosos en este tiempo tan especial, en esta cuarentena, en nuestras comunidades?¿Qué hora llegó? ¿Cómo vivir este tiempo, con cuáles actitudes? ¿Cómo sembrar la esperanza en medio del dolor, desconcierto, impotencia? ¿Qué sucederá después de este aislamiento cuando comencemos a volver poco a poco a la normalidad? ¡Cuántas interrogantes se plantean! Algunos tienen respuestas, otros hay que continuar buscándolas y rumiándolas en el día a día, personal y comunitariamente.



Volver a lo esencial

Este tiempo es un ‘kairós’. Un tiempo de gracia para volver a lo esencial del seguimiento de Cristo recuperando la centralidad de la Palabra y viviendo de un modo radical la consagración. En estos días no se participa en la Eucaristía pero sí  se comparte en las comunidades la Palabra: allí se encuentra la fuerza para vivir la consagración, para sostenerse, fortalecerse y apoyarse, para ser presencias de esperanza y confianza, para sembrar la semilla en una sociedad que se va transformando desde dentro, desde lo profundo.

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Es la Palabra la que ilumina el discernimiento, el paso a dar en el hoy y aquí, para encender una luz en medio de la oscuridad de muchas personas solas, temerosas, que lloran la muerte de un ser querido del cual algunas no se han podido despedir. Encender una luz en el corazón de tantas familias que están pasando situaciones de dolor, pobreza, algunas sin trabajo y hasta a veces sin tener un pedazo de pan en la mesa.

Centralidad de la Palabra

La oración centrada en la Palabra es el eje entorno al cual gira hoy la vida de los religiosos, así como lo fue la de las primeras comunidades cristianas que se reunían y “se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles… y en la oración” (Hch 2,42).

Una oración de intercesión por tantos hermanos que están sufriendo, por los que están dando la vida para que otros puedan salir adelante, por los médicos, las enfermeras, el personal de seguridad, los científicos, los bomberos y tantos otros que no miden sus horas de trabajo, de servicio.

Una oración de petición para que cese esta pandemia, para que se tomen decisiones que solo miren al bien de toda la humanidad, para que se acreciente la esperanza, se supere el egoísmo.

Entretejer relaciones compasivas

Los religiosos estamos llamados a ‘quedarnos en casa’, a compartir de un modo diverso la vida fraterna en comunidad, a un diálogo sin tiempo, a entretejer relaciones más compasivas, desde las fragilidades, los temores, las sensibilidades. Es una invitación a una dinámica de itinerancia y salida de nosotros mismos para ir al encuentro de mi hermano y así humanizarnos y humanizar.

Tal vez es el momento para un auténtico encuentro intergeneracional, para la reconciliación, para sanar heridas, reconocer las riquezas, los dones, las cualidades del que comparte la misma mesa. Es la ocasión para desarrollar la imaginación y la creatividad. Es despertar la actitud de compasión, de ‘padecer con’ mi hermano que tiene miedo, que está sufriendo, angustiado, que no sabe manejar su ansiedad, cómo ‘usar’ el tiempo y hasta puede llegar a deprimirse.

‘Quedarnos en casa’ es una llamada a la aceptación, a la acogida, a la hospitalidad, al respeto, a encontrar nuevas dinámicas de comunión en esta realidad cotidiana.

Es tiempo de acompañar y dejarse acompañar; de escucharse y escuchar, de cuidarse y dejarse cuidar. Es el tiempo de sacar lo mejor de uno y ayudar a quien está en la misma ‘barca’ a que saque lo mejor de sí. Solo desde el encuentro personal, íntimo con un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu santo, seremos portadores de comunión y de una luz nueva que disipa las tinieblas y los miedos, las preocupaciones y las incertidumbres, la impotencia y las fragilidades, las angustias y las soledades.

Lo nuevo que emerge

Somos llamados a volver a lo esencial, a los orígenes. Desde ese kairós emergerá algo nuevo en la vida religiosa: un estilo de vida pobre, austero, que vive con lo necesario, que confronta la cultura del consumo, del descarte, de la exclusión; un estilo de vida sencillo, simple, agradecido que confronta la cultura de la ostentación, del ‘yo puedo solo’, de la indiferencia; capaz de escuchar con oídos atentos y sin el afán de quien pretende tener todas las respuestas, y con paciencia pasar por el corazón palabras, historias, acontecimientos y la misma vida, que se teje con hilos de diversos colores cuando se está y se camina con el hermano.

Una vida religiosa capaz de mirar más allá, que contempla lo imperceptible, que se dispone a estar más cerca y se siente más cercana a toda forma de vida y allí descubre la belleza, el dolor, lo complejo.

Una vida religiosa capaz de caminar más ligera, con menos seguridades y más desprovista de mapas de rutas, con una mayor confianza en Aquel que decidió pasar por la vida en condición de Siervo.

Una vida religiosa que vive el presente, sin aferrarse a lo que ya fue, al “siempre se hizo así” o a un futuro que no se tiene en las manos. Solo tenemos el hoy para vivir intensamente con, en, y desde el Señor, apasionados por el Reino y apasionados por los hombres, en especial por los pobres, excluidos.

Una vida religiosa que es capaz de informarse con lucidez y capacidad crítica, que sabe discernir dónde está la verdad; que tiene coraje para vivir con autenticidad su llamada a seguir a Jesús con otros, descubriendo la riqueza de los que están en la misma barca escuchando y buscando juntos lo que Él dice, sosteniéndose mutuamente en medio de las tormentas y el movimiento de las olas, dejando que cada uno ocupe su lugar y desde allí pueda responder al proyecto de Dios con alegría, serenidad, madurez.

Cercanía y horizontalidad

Este tiempo invita a revisar las estructuras, la organización, recuperando la clave evangélica del servicio, de la entrega, de la donación, caminando en minoridad con el pueblo, al cual se lo llama a la colaboración y a la corresponsabilidad, articulando la participación de todos y donde se aprende a vivir desde la cercanía y la horizontalidad.

Como vida religiosa estamos invitados a un cambio de mentalidad para abrir espacios de participación incluyente sabiendo que lo que afecta a todos debe ser tratado por todos y así seremos comunidad, caminaremos juntos como Iglesia sinodal.

No podemos quedarnos en nuestras casas, en nuestras comunidades, cómodos, tranquilos, siguiendo las noticias, leyendo las últimas estadísticas, sin dejarnos afectar por el hermano que sufre afectiva y efectivamente.

Solidaridad creativa

Varias, sencillas y creativas acciones solidarias emergen desde el seno de las familias religiosas (salir a hacer las compras a los ancianos solos, colaborar con los merenderos, coser y embolsar barbijos, acoger en las casas algunas personas, a niños de los hogares, a quienes no pudieron regresar a sus casas antes de la cuarentena, hacer de nuestras comunidades casas abiertas, de acogida para enfermos, canales de escucha para contener, acompañar, sostener a quien está pasando por situaciones de soledad, temor, atendiendo al necesitado que golpea la puerta y que tiene hambre de pan y de ser tratado con dignidad) y tantos otros gestos creativos que surgen en el día a día leyendo, desde la Palabra, la realidad donde están insertas.

Es la vida religiosa que viviendo el presente, el hoy, la incertidumbre del mañana, cultiva la capacidad de escucha de los gritos, clamores, descubre los signos y señales y vuelve a hacer la opción por la esperanza con acciones que anuncian que un nuevo mundo, una nueva sociedad es y será posible.

Es necesario desarrollar la ética del encuentro y del cuidado mutuo que tiene como meta ayudar a comprender que la característica de la actitud cristiana es la búsqueda del bien común. Ese es el verbo que resuena continuamente en nuestros oídos: cuidar, cuidarnos para cuidar al otro. Qué importante es hacer de nuestras casas, comunidades lugares seguros donde las personas se sienten amadas, respetadas, acompañadas, escuchadas, contenidas y así favorecer procesos auténticos de transformación.

Acompañar, promover una cultura del encuentro y el buen trato que desde lo relacional de Jesús da primacía a lo humano. Es el momento de generar espacios gratuitos personales y comunitarios que favorezcan la relación en reciprocidad, la mirada positiva de la vida, el apoyo mutuo y el servicio de la vida.

En búsqueda de armonía

Es el momento de reconocer la sacralidad de lo creado y la interdependencia entre todas las creaturas. Es la oportunidad de buscar la armonía personal, comunitaria, social y hacer realidad esta conversión ecológica que reconcilie y fortalezca en la comunión y nos ubique respetuosamente ante los ecosistemas naturales, estimulando el cuidado de la casa común.

Somos participes de la construcción de una sociedad que sea espacio de acogida, inclusión y crecimiento de las personas. La ética del encuentro y del cuidado ayuda a restablecer relaciones que conducen a la justicia y a la felicidad.

Lo que estamos viviendo hoy nos lleva a tomar conciencia que necesitamos una profunda conversión personal, en nuestra manera de pensar, en la espiritualidad, en la imagen y relación con Dios, en el estilo de vida, en la misión para lograr entrelazar en necesaria interconexión una real cultura de la solidaridad y el servicio.

“Soñamos una vida religiosa más humana”

Soñamos una vida religiosa más humana, humanizadora, que camina con otros, en sinodalidad: descubrir a Dios Padre Madre Creador, a Jesús Liberador y dejar que el Espíritu nos conduzca por nuevos caminos.

No podemos salir de este tiempo particular de la historia y olvidar lo vivido. Esta experiencia debe dejar huellas en el corazón de cada religioso. El estilo de ser y estar en las comunidades, el servicio será diverso.

¡Ya es la hora! de gustar lo simple, lo sencillo, los pequeños gestos que se hacen grande. Es el tiempo para valorar lo que se tiene. Todo es don, es gracia.

¡Ya es la hora! de la gratuidad y de la gratitud.

¡Ya es la hora! de las manos abiertas para recibir, para dar, para compartir, entregar, aceptar, abandonarse, donarse, servir.

¡Ya es la hora! de la solidaridad. Solo desde nuestro ser solidarios y fraternos se construye una sociedad nueva y diferente.

¡Ya es hora de caminar juntos! No podemos solos. Juntos con Jesús seremos capaces de salir adelante.

¡Ya es la hora! de acompañar, cuidar, escuchar, permanecer.

¡Ya es la hora! de derrumbar muros y crear puentes de solidaridad, ayuda,  apoyo, de nuevos lazos, de nuevas relaciones.

¡Ya es la hora! de una nueva presencia mística y profética desde ‘nuestras comunidades’.

¡Ya  es la hora! de ser testimonios de esperanza, de serenidad, de paciencia.

¡Ya es hora! de concientizarnos que no nos salvamos solos, que necesitamos del hermano y él también me necesita.

¡Ya es hora! de convencernos que Él está con nosotros.

¡Ya es la hora! Algo nuevo está emergiendo en nuestros corazones, en nuestras comunidades, en nuestras congregaciones, en nuestras órdenes. ¡Dejémoslo emerger! Que el miedo, el temor, la desconfianza no nos invadan. No pongamos obstáculos. Descubramos los nuevos horizontes, la Luz que hace nuevas todas las cosas ¡Vivamos con esperanza! ¡Sembremos esperanza!