Tribuna

Hagamos lo importante urgente y urgente lo importante

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En cierta ocasión, un joven llegó a un campo de leñadores con el propósito de obtener trabajo. Habló con el responsable y este, al ver el aspecto y la fortaleza de aquel joven, lo aceptó sin pensarlo mucho y le dijo que podía empezar al día siguiente. Durante su primer día en la montaña, trabajó duramente y cortó muchos árboles. El segundo día trabajó tanto como el primero, pero su producción fue escasamente la mitad del primer día. El tercer día se propuso mejorar su producción. Desde el primer momento, golpeaba el hacha con toda su furia contra los árboles. Aun así, los resultados fueron nulos. Cuando el leñador jefe se dio cuenta del escaso rendimiento del joven leñador, le preguntó: “¿Cuándo fue la última vez que afilaste tu hacha?”. El joven respondió: “Realmente, no he tenido tiempo, he estado demasiado ocupado cortando árboles”. “Has de saber –le dijo el jefe– que todo el esfuerzo que dediques a no sacar filo a tu hacha será en vano”. (Cuento anónimo).



Muchas veces, y llamados por la necesidad y el ritmo de la vida actual, somos como este leñador y trabajamos y corremos como locos, sin darnos tiempo de pensar para qué o para quién lo hacemos. Simplemente, entramos en la mecánica cruel y deshumanizante del hacer, que nos hace esclavos del rendimiento, pero sutilmente engañados por el hechizo de una pseudo libertad donde nos convertimos en víctimas y verdugos de nuestra propia explotación. Para equilibrar mejor las fuerzas que invertimos en la vida, quizás es importante acordar qué entendemos por importante y urgente, para luego continuar y ver que no solo no se contradicen, sino que se necesitan para una verdadera plenitud.

Una idea demonizada

Es sumamente importante aclarar que caemos en un error muy común y es el demonizar lo urgente frente a lo importante. ¿Y no hay cosas urgentes en la vida que no se puede dejar de hacer? Pues sí que las hay. ¿Qué es lo importante? Entendemos por lo importante todas aquellas relaciones que hinchan de amor el ser y sus cuatro dimensiones, es decir, lo que hacen sentir placer a nivel corporal, bienestar a nivel emocional, plenitud y autorrealización a nivel cognitivo y gozo y paz a nivel espiritual.

Son todos aquellos vínculos con lugares, objetos, personas e ideas que no tienen un carácter utilitario; no se pueden transar y trascienden incluso la muerte porque es energía vital. Es el filo del hacha, de la historia narrada al inicio, que nos permite sentirnos vivos, únicos, vistos, valorados y amados. Algunos ejemplos de lo importante son el vínculo con los que amamos, el tiempo de descanso, la salud mental y corporal, el cuidado de los necesitados, el vínculo con la naturaleza y la tierra, las artes, la belleza, la cultura…

papa Francisco da un abrazo a dos mujeres

Lo necesario para vivir

¿Qué es lo urgente? Entenderemos por urgente aquellas relaciones con lugares, objetos, personas e ideas que tienen un carácter funcional porque son efectivas y necesarias para vivir. Muchas horas del día debemos abordar tareas, pendientes, ocupaciones y preocupaciones que responden a demandas reales o que nos hemos creado y que consideramos vitales. Lo urgente es aquello que nos demanda rapidez, inmediatez, agitación, actividad y reacción constante a la que debemos atender.

En la sociedad en la que vivimos, sin embargo, el rendir ha ido tiñendo de urgencia ámbitos de nuestra vida que antes no eran así, como por ejemplo las comunicaciones, los pedidos, las noticias, las respuestas. Dentro de lo urgente, podemos generalizar ámbitos como el trabajo (cuando es por necesidad económica), el estar comunicado en 360 grados y 24 horas de toda la semana, el obtener ciertos beneficios, cuidar a los nuestros, transportarnos, estudiar y responder a todo lo tangible y productivo.

Paz y bienestar

El “Y” que las une y las potencia: Uno de los puntos más relevantes de esta reflexión es ser conscientes de que, como seres espirituales encarnados, necesitamos lo importante y lo urgente para peregrinar con paz y bienestar. Todos los días habrá que buscar alimento y techo y todos los días habrá que crear belleza y cultivar vínculos en nuestra comunidad. La problemática actual no es que haya que optar por uno u otro –ya que sería un imposible para nuestra realidad–, sino volver a poner ambas dimensiones en el mismo nivel y enriquecerlas mutuamente, ya que lo importante y lo urgente son las dos puntas de un mismo palo: nuestra vida.

Si cortamos el palo igual, aparecerán ambas puntas, porque está dentro de nuestra naturaleza y misterio el tener que trabajar y resolver desafíos, y también el trascender a ellos y encontrarles un sentido que nos eleve y dignifique sobre lo instintivo o animal. Por eso, no se trata de no cortar más árboles y dedicarse a flojear, sino de afilar el hacha de vez en cuando y equilibrar nuestra vida para ser más humanos y felices y menos esclavos de lo urgente, que la mayoría de las veces no deja espacio a lo importante.

Recuperar su valor

Hacer lo importante urgente y lo urgente importante: la propuesta clave de este tiempo que nos ha regalado esta crisis y la pandemia que vivimos es que lo importante volvió a cubrirse de valor. Antes solo unos pocos eran conscientes del valor de un tiempo compartido con amigos, de la comunión de corazones, de estar con los que amamos, de contemplar un amanecer… Todo se había vuelto obvio, un supuesto que, como tal, se olvidó y estaba a punto de desaparecer entre vínculos funcionales y comerciales en todo ámbito social y familiar.

Hoy es urgente –en el sentido de que en esto se nos va la vida y debemos ponerle energía y tiempo real– rescatar todo aquello que nos humaniza y nos hace personas conscientes y despiertas. El amor es el gran combustible de lo importante; es el filo del hacha y, para cultivarlo, debemos agendarlo en espacios y tiempos concretos de nuestra vida. Debemos desacelerarnos, rendir un poco menos quizás, ganar menos también, pero sobre todo enriquecernos con una tarde compartida, un juego de mesa en familia, una conversación larga con un amigo, un paseo por el campo, la lectura de una poesía, la contemplación de la belleza, el ver una buena película, el silencio…

Un cansancio despierto y fecundo

Debemos darle un tiempo al trabajo y un tiempo a un cansancio despierto y fecundo, que nos permita asimilar los frutos, desafíos y dificultades propias de la vida. Darnos cuenta de enfrentar lo que vivimos cada día y llorar de alegría o de tristeza con intensidad. Así como es importante hacer urgente lo importante, también tenemos la gran oportunidad de hacer importante lo urgente. Para esto la clave es dejar atrás un modo automático y mecanicista de lo urgente y comenzar a vivir todo lo cotidiano como una instancia para amar y servir a los demás y realizar mi ser a través de un sano y equilibrado hacer. Es decir, si estoy en la fila de un supermercado, puedo estar como un robot o puedo ser especialmente amable con los demás y buscar las formas de hacer la diferencia para mí y para todos.

Hay que revestir lo urgente de importancia: puede que, por necesidad, gran parte de nuestro día tenga que estar dedicado al trabajo, ya que para muchos este es un medio de subsistencia. Puede que, incluso, sea muy rutinario, desmotivador y mecánico, pero el cómo vivirlo siempre será una decisión personal. Para eso, las dimensiones pueden ser un instrumento muy relevante para trabajar:

  • Dimensión corporal: aquí la atención plena hace un aporte sustancial a lo cotidiano y a lo urgente.
  • Dimensión emocional: ser capaz de reconocer las emociones que nos provoca lo urgente y si son tóxicas revertirlas por nutritivas.
  • Dimensión cognitiva: pensar bonito, en el sentido de buscar siempre lo que tenga mayor sentido para nosotros, para los demás y para la situación que estemos viviendo.
  • Dimensión espiritual: no es más valioso lo que hacemos sino la cantidad de amor que ponemos en cada acción lo que hace la diferencia, por lo tanto, si en cada urgencia somos conscientes que podemos ser luz y sal para los demás, ninguna situación queda fuera de esa irradiación amorosa.

Con un mayor equilibrio entre lo importante y lo urgente, cada día ya no será una hoja más de un calendario, sino una sorpresa maravillosa que me regala la oportunidad de amar más y servir mejor a todos y a todo lo que me encuentre en mi camino. ¡A afilar el hacha se ha dicho!