Brasil continúa partido por la mitad en su respuesta al coronavirus, donde ya se registran más de 700.000 contagiados y más de 37.000 muertos. Por un lado, el Gobierno de Bolsonaro y varias de las Iglesias evangélicas más influyentes del país, que restan importancia a la pandemia y reclaman no variar el día a día, manteniendo la actividad económica y las celebraciones religiosas. Por el otro, algunos gobernadores locales y la Iglesia católica, que llaman a combatir la extensión del virus adoptando todas las medidas necesarias, apostando por el confinamiento y la suspensión de las misas públicas.
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Sin embargo, en los últimos días se ha abierto una brecha en el seno eclesial, al tener eco la reunión virtual entre Bolsonaro y los representantes de varias televisiones católicas (varios de ellos sacerdotes), que le habrían asegurado al presidente el apoyo a su imagen pública al mismo tiempo que le reclamaban subvenciones públicas a sus medios con el fin de poder sostenerse. Al ser retransmitida en público la reunión, no tardó en emerger una fuerte polémica en las redes sociales, asegurando muchos seguidores de Bolsonaro que los católicos estaban tratando de “comprarle”.
No estaban informados
Ante la repercusión de la videoconferencia –el diario ‘O Estado de Sao Paulo’ ha publicado un reportaje bastante crítico–, el Episcopado brasileño se ha visto obligado a hacer público un contundente comunicado en el que aclara que los pastores “no organizaron y no participaron en la reunión”. Es más, “ni siquiera fueron informados” sobre la misma.
Así, la realidad es que dicho colectivo mediático es de carácter netamente conservador, simpatizando abiertamente con Bolsonaro y sus políticas populistas; algo en lo que, internamente, choca con la línea imperante hoy en el Episcopado brasileño, que no ha dudado en criticar aspectos del actual Gobierno como lo que consideran “ataques” a la Amazonía y a sus comunidades indígenas.
Siguen sus propios principios editoriales
“Informamos –aclaran los obispos en su comunicado– que las emisoras llamadas ‘de inspiración católica’ tienen diferentes naturalezas. Algunas son administradas por asociaciones y organizaciones religiosas, otra por un grupo empresarial privado, mientras que otras están legalmente vinculadas a diócesis en Brasil. Siguen sus propios estatutos y principios editoriales. Sin embargo, ninguna de ellas y ninguno de sus miembros representan a la Iglesia católica, ni hablan en su nombre, ni de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil, que ha hecho todo lo posible para que todos los organismos de radiodifusión asuman claramente las Directrices Generales de la Acción Evangelizadora de la Iglesia en Brasil”.
De ahí que los pastores brasileños concluyan que “no aprobamos iniciativas como esta, que obstaculizan la unidad necesaria para la Iglesia, en el cumplimiento de su misión evangelizadora”. Es más, han recibido la noticia “con sorpresa e indignación”, puesto que, como concluyen, “la Iglesia católica no hace negocios deshonestos” y sí, en cambio, se guía “por los valores del Evangelio y los valores democráticos, republicanos, éticos y morales”.
En defensa de la democracia
Más allá de esta polémica, el último gesto que ha evidenciado la actual separación entre el Gobierno y la Iglesia católica es que esta se haya adherido, junto a otras 200 entidades, al ‘Manifiesto en defensa de la Democracia y el Poder Judicial’, donde se defiende que “las crisis, sanitarias y económicas, que afectan al país solo pueden superarse con la preservación de los principios fundamentales de la República, como la pluralidad política y la separación armoniosa entre las potencias, así como los derechos y garantías fundamentales”.
En este sentido, se denuncia que “la libertad de expresión no incluye el discurso de odio y las disculpas del autoritarismo, la dictadura y las ideologías totalitarias que ya han sido derrotadas en el pasado”.