Ramiro Jiménez Cruz, sacerdote de la Arquidiócesis de México
Sacerdote de la Arquidiócesis de México

¿¡Abrirán los templos!?


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¿En qué momento dejamos de escuchar? Aunque la veracidad no pase por la empatía como canal de autentificación; sin embargo, la empatía será el camino más eficaz para acercar la Verdad a todos.



Suena arriesgado lo escrito, pero existe una pregunta de origen para nosotros Iglesia: ¿cuál era el modo como Jesús escuchaba la realidad? ¿Cómo actuó Yavhé con Moisés ante la opresión de su pueblo?

Yavhé respondió: “he visto el dolor y he oído el clamor de mi pueblo” y ¿qué escuchaba Jesús? Recordemos algunos encuentros: con aquella mujer samaritana Jesús escuchó la búsqueda de una persona que anhelaba un amor perdurable; con el paralítico escuchó el murmullo de los amigos que desde el techo decían: ¡si se pudo! con el ciego de nacimiento escuchó a un hombre cansado de las migajas que los demás le otorgaban; con la adultera escuchó, ¿porque no puedo encontrar a alguien que me ame realmente?; con el hombre de la mano tullida, escuchó a un hombre que no era parte de nada… sólo en la escucha atenta y en la mirada profunda, se puede dar una respuesta digna: “has tenido cinco y ninguno es tu marido”, el amor perfecto no existe, el amor se construye, el amor se decide; “tu fe te ha salvado”, te dejaste amar, ahí está la clave de la vida, ahora haz tú lo mismo; la respuesta al ciego fue: hazte cargo de tu vida y deja de ser limosnero; al tullido le dijo: no vuelvas a dejar que nadie te señale, ni te excluya; a la adúltera le respondió: ¡mereces ser amada!

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Los templos abrirán ¿qué es lo que realmente escuchamos?… ¿será que sólo son los ecos de las alcancías vacías; o sólo el escrúpulo de un perverso y mundial “complot religioso”, que está en contra de que los templos abran; o sólo oímos “el celo litúrgico” de celebrar la liturgia cultual en un espacio digno y consagrado?

Sintonicemos con la realidad y escuchemos lo profundo del clamor del pueblo de Dios; oigamos desde el corazón y con el alma. Sí, los templos “abrirán” y llegará la supuesta tan aclamada Nueva Normalidad, que no tendrá nada de nueva, a menos que la respuesta incida en la conducta y en el cambio de mentalidad; por lo tanto, la normalidad no será un manual de procedimientos bien definidos, o los protocolos establecidos, o en un staff capacitado; el regreso ha de ser un cambio de paradigmas que nos lanzan a una amigable época con la tecnología; nos pide una Iglesia que supo integrar la riqueza de lenguaje y liturgia que las Iglesias domésticas crearon desde fe en el confinamiento.

Llegan las fechas y habrán pasado los meses donde los templos permanecieron cerrados, no podemos quedarnos pensando que todo lo hicimos bien, creyendo que con una bienintencionada piedad cibernética que para muchos fue el modo de poder acercarse y consolar fue suficiente, o peor aún pedir una ofrenda para los gastos del templo cuando nuestros hermanos han perdido el empleo: la ausencia de un fondo parroquial sano hace evidente una mala administración; la identidad misionera requería una voz, que nos lanzará con valor, audacia y creatividad a los retos del Covid-19, hoy el tiempo de misión continúa y como siempre ser misioneros nos ha de llevar a una escucha fraterna y asertiva que esté a la altura de la caridad heroica, donde todo bautizado ha de tener claro que este tiempo de enfermedad nos pide todos ser ministros de Esperanza, para reconstruir donde ha habido enfermedad, pobreza, desunión y muerte.

Se abrirán en los templos: abramos la PUERTA del corazón y de la mente para iluminar a tantos que lloran y sufren a causa de esta pandemia; pongamos un TAPETE para limpiar nuestros pies, que nos ponga en mi actitud humilde, para escuchar, aprender y corregir; usemos GEL del que limpia las manos, para que junto con el otro construyamos una justicia cristiana sostenida en la misericordia; no olvides el TAPABOCAS de aquellas palabras donde todo es negativo e inútil… Sin caridad la verdad se desvanece. Queremos ser una Iglesia que cuide con ternura, consuele con valor y actúe con justicia; no volvamos a las viejas prácticas, pues la época nos requiere en el mundo y en el tiempo real.

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