Él quiere entrar a donde todos quieren salir y me refiero a la zona de máximo contagio de Covid-19 en el Hospital General, el más grande de América Latina. Tuve la oportunidad de conversar con un sacerdote que cambió completamente mi modo de ver este aislamiento. Me comentó que su lucha por ingresar a este lugar fue de muchos meses y de insistir, las autoridades revocaban la solicitud. Lo puso en manos de Dios y poco a poco vio como se cristalizaba su petición, los trámites y cuestiones administrativas fluyeron de tal manera que en dos meses ya estaba llevando consuelo a todas las almas que morían sin tener la oportunidad de recibir una bendición o la cercanía de un sacerdote.
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Me compartió que el personal del hospital le dio a él y a tres más de sus compañeros un curso intensivo de la forma en que deben colocarse el traje y el cuidado extremo para poder estar en esas zonas que son de alto riesgo.
¡Claro que tengo miedo!
¿Tiene miedo de estar ahí? Le pregunté. Su respuesta fue inmediata: “¡Claro que tengo miedo! Como cualquier persona ante este virus devastador, antes tuve que discernirlo y entregar mi vida en Manos de Dios, confiar y abandonarme para dar este paso, llevar esperanza, oración y bendición a las almas del Hospital General de México”.
El sacerdote hizo una pausa, donde seguramente evaluó el peligro al que se estaría enfrentando diariamente. El riesgo latente en zonas de alto riesgo como en el hospital, me hizo reflexionar acerca de la fe de un hombre que no tiene límites, un hombre de Dios que se enfunda en un traje cada día sin importar las consecuencias, solo para llevar alivio espiritual y esperanza en nombre de Jesucristo.
Se trata de la Capellanía Covid, la cual ha surgido como respuesta en diferentes estados de la República Mexicana, donde los sacerdotes entran a lugares a donde todos quieren salir, ellos lo hacen con el amor, con entrega y esperanza de estar con los enfermos, el doliente, el moribundo y detrás de ese equipo de protección ofrecer la bendición para que en un gesto amoroso la humanidad confirme con acciones la esperanza del Evangelio.
Al final de nuestro encuentro, le pedí su bendición la cual esta cargada de cansancio, de miedo, de virus, de alcohol, dice que los pabellones huelen siempre así; pero sin duda su bendición contiene vocación. Lloré, pensando en la fragilidad de aquel sacerdote, mis lágrimas fueron la respuesta por la sencillez del amor y de esas acciones de las que pocas personas hablan.
Me acabo de enterar que el padre Andrés Esteban López Ruiz, párroco de la Sagrada Familia en la colonia Portales de la Ciudad de México está contagiado de Covid-19. Les pido nos unamos en el Rosario de la Esperanza que diariamente reza por Facebook Live (continúa haciéndolo) por las intenciones de las personas y ahora por su recuperación. Él es un ejemplo que nos expresa el significado del amor al extremo y sin límites.