Un corte, un rasguño, un dolor de estómago, qué decir de un dolor de garganta o quedarnos sin respirar. Corremos a colocarnos un parche, tomarnos una agua de hierbas o a llamar al doctor para ver si el contagio ya nos vino a tocar. Pareciera que, con la dimensión corporal, tenemos el automático de cuidado metido y, unos más otros menos, tratamos de mantener sano, fuerte y en forma nuestro cuerpo porque sabemos las consecuencias de tratarlo mal.
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Lo mismo con los que amamos y/o debemos cuidar. Rápidamente emerge nuestra preocupación por la sangre, por un dolor o algo que no funcione normal. Sin embargo, y paradójicamente, somos prácticamente sordos y ciegos a las heridas, enfermedades y dolencias de la dimensión psíquica y espiritual, cuando, justamente ahí, muchas veces, está el origen de todo lo demás.
Dimensión espiritual
El ser humano no funciona como un ser separado por dimensiones autónomas e independientes unas de otras. La dimensión espiritual es el motor y sentido de la vida donde se juega quiénes somos y la misión fundamental; para eso, este entra en relación con la dimensión racional y emocional, que se construyen a su vez por un infinito de relaciones y vínculos culturales, sensoriales, personales, que van dando forma a un tejido original.
Todo este conjunto de vivencias, creencias, pensamientos y emociones se expresan e interactúan con el entorno a través de la dimensión corporal, que, a su vez, es receptora de la vida con toda su complejidad. Cuando alguien se enferma, se enferma completo como ser relacional y cualquiera de sus dimensiones que se vea “contagiada” por una “garrapata” –metafóricamente hablando– que afectará a todas las demás. Basta con ver nuestra experiencia actual con el Covid-19 y lo mucho que ha afectado a las personas en su psiquis, en sus emociones y no solo a nivel pulmonar.
Salud emocional
Desde esta premisa, queremos destacar y dar herramientas para cuidar nuestra salud emocional, teniendo sobre todo en cuenta la prevención e higiene mental para que todas las “garrapatas” –que están en la vida– no logren anidar en nosotros y empezar a engordar con nuestra energía, esperanza y fortaleza, así como para lidiar con las contingencias actuales y/o venideras.
Lo vital, para comenzar, es que debemos hacer una transformación de nuestro modo de pensar/actuar y comenzar a cuidar nuestra salud emocional; tanto como cuidamos la salud corporal (la nuestra y la de los demás), reconociendo sus males, dándonos tiempo para sanarlos, aprendiendo de remedios y ver cuál nos funciona más y, sobre todo, comenzar a escuchar sus susurros, palabras o gritos que en medio de la crisis se pueden salir del cauce y causar estragos en la integridad personal, familiar y social.
Más violencia
No en vano todas las estadísticas de la actual pandemia dan cuenta de un deterioro muy lamentable de la salud mental y cómo ha aumentado la violencia en todo nivel y en todo lugar. Somos seres relacionales muy complejos y debemos poner atención no solo en el cuerpo, sino en todas las lesiones y dolencias de la psiquis y del espíritu para sobrevivir a este tiempo de incertidumbre y cambio radical.
Pasemos a detallar lo que hay que conocer sobre estos bichos, las “garrapatas”, que son toda un metáfora de nuestras dolencias actuales. Empecemos por su proceso evolutivo… Este artículo no trata sobre ellas de forma literal, pero tampoco dejan de ser elocuentes las similitudes de este ácaro con la vida psico-espiritual, en especial, en tiempos de crisis como el actual. El 95% de las garrapatas se encuentran en el ambiente –en el mundo relacional al que todos contribuimos e interactuamos–. Para desarrollarse, se hospedan como larvas en los cuerpos de los animales y el ser humano, alimentándose de la sangre –la vida– de un huésped que los acoge sin saber. Luego de crecer y engordarse a costa del huésped, una hembra es capaz de poner entre 4.000 y 7.000 huevos que vuelven al medio ambiente para infectar a otros y trasmitir enfermedades. Cualquier semejanza con lo que nos sucede a nivel emocional y espiritual no es casualidad.
¿Cuántos tipos?
¿Las “garrapatas” psico-socio-espirituales más recurrentes en las crisis? En la naturaleza hay más de 900 tipos de garrapatas; probablemente, podemos encontrar un número similar (en el sentido de infinito) de heridas, dolencias y enfermedades de las que podemos hacernos cargo y sanar; sin embargo, queremos poner una lupa sobre aquellas “garrapatas” psico-socio-espirituales que más proliferan en tiempos de incertidumbre:
- Soledad: es una sensación muy negativa, de autodesprecio y desamor profundo hacia nosotros mismos y hacia la vida en general, aun cuando estemos rodeados de los demás. Se siente un rechazo o invisibilidad por parte de los demás y ese sentir va distorsionando la realidad, tanto como la ira o la cólera que no nos dejan pensar. Esta “garrapata” es muy difícil de sacar, porque se alimenta rápidamente de falsos pensamientos e interpretaciones torcidas o limitadas de la realidad. Se hace egocéntrica y no tiene freno aparente que la pueda limitar.
- Pensamientos negativos: ciertamente, hay buenos ingredientes para preocuparse y ocuparse, pero son muchas más las suposiciones, creencias y convicciones que los hechos reales que nos quitan energía y nos hacen anidar miles de “garrapatas”.
- Fracaso y baja autoestima: en tiempos de crisis, necesariamente, debemos salir de la zona de confort y aventurarnos por terrenos desconocidos con aprendizajes y desafíos nuevos. Frente a ellos, una “garrapata” muy poderosa es la que nos sopla en el oído que no somos capaces y que nada nos va a resultar. Lo que marca la diferencia entre los que salen adelante y los que no no son las capacidades, sino un propósito claro y la convicción de que nada ni nadie nos detendrá.
- Rumia mental: es tal la obsesión de darle vueltas en “rotativo” a un error, un rechazo o una inquietud, que la temible “garrapata” se come toda nuestra capacidad de atención y disfrute de algo más.
- Culpa: una “garrapata” muy fea que se propaga fuertemente en tiempos de crisis es la de esa sensación de haber fallado, no ser suficiente y hacerse cargo de todas las penurias y catástrofes de los demás. Una suerte de egocentrismo y omnipotencia que se paga carísimo con la impotencia y la soledad; con la ansiedad de jamás llegar y no poder “salvarnos” ni salvar.
- Autoflagelo: son todas aquellas palabras y pensamientos que nos azotan o golpean por dentro diciéndonos y haciéndonos creer que somos malos, feos, tontos y que a nadie le interesamos o que no nos quieren de verdad. Es una suerte de masoquismo que es capaz de sacar sangre en el alma antes de detenerse y ver que está pronto a la muerte espiritual. Es la antesala del infierno autoprovocado.
- Soberbia y codicia: estas dos “garrapatas” son más propias del villano que todos llevamos dentro y que se yergue en una posición de superioridad sobre los demás. Por lo mismo, no tolera la diversidad, quiere destruir al que no piensa igual y piensa solo para sí asegurando su bienestar físico y material.
Soluciones
¿Remedios, ungüentos y tratamientos para matar las “garrapatas”? Hay muchas recetas de autoayuda y psicología que ayudan a sacar las “garrapatas” del alma y de la mente para conquistar mayor paz. Sin embargo, casi todas ellas apuntan a una cuestión de voluntad personal que muchas veces hace que nos enfermemos aún más por la frustración que da el fracaso o nuestra falta de constancia.
Si queremos mantener a raya las “garrapatas” del ambiente, debemos ser conscientes de que somos seres relacionales y de que, en la medida en que todos seamos mejores personas y, como comunidad, capaces de conversar y dialogar, podremos disminuir el contagio y el rebrote de esta pandemia mundial de toxicidad. En la medida en que confiemos en los demás, seamos compasivos unos con otros, nos tratemos como hermanos dentro de la diversidad, nos corrijamos amorosamente unos a otros, exterminemos los abusos de todo tipo, cambiemos las estructuras de poder que favorecen la violencia, trabajemos la dimensión psicológica y espiritual de las nuevas generaciones enseñándoles higiene mental, nos conozcamos y eduquemos en lo importante y no solo lo urgente y lo productivo, podremos ir eliminando las “garrapatas” sociales de las que también somos todos responsables.
Eso requiere una mirada nueva, ciertamente, y anti-paradigma del rendimiento, productividad y competencia feroz, pero nos puede salvar de esta crisis y crear una nueva humanidad.