MIÉRCOLES. El calendario avisa. Mañana es el cumpleaños de Raffaella Carrá. 77. Nadie sospecha hoy de una ‘showwoman’ para todos los públicos. Pero aquella noche que se plantó en la RAI para cantar y bailar el ‘Tuca Tuca’, alguien en el Vaticano pidió explicaciones. Y algo más. Condena vía L’Osservatore Romano. Suena a ridículo, cuando no naíf. Piénseselo dos veces y baile el ‘Tuca Tuca’, señor obispo, cuando tenga un arranque inquisidor ante las nuevas Raffaellas. Actuar a golpe de melena solo lo puede hacer la Carrá. Los demás corremos peligro de dislocación. No confundir con bilocación.
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JUEVES. José María alza la mirada. Contempla la imagen de María Divina Pastora. Se emociona. Lo hace poco después de hablar de la madre de Jesús rescatando un verbo de ingeniería lingüística. Tan sonoro como gráfico. Arrebujar. Cubrirse bien o envolverse con la ropa de la cama o con una prenda de vestir. Arrebujarse en María. Frente a toda adversidad. “Mejor no cabe”.
VIERNES. Ensalada de morcilla y fruta. Cerdo asado con salsa de pimientos. “Crumble” con lo que se tenga. Un libro de cocina me llega vía WhatsApp en PDF. Lo ojeo. Cocinar para otros. Asequible en sus recetas. Pero tiene truco. Última página: “Te invitamos a que le pongas a este libro el precio que tú quieras y se lo dones a Cáritas”. Ahora se entiende el título. Con buen sabor de boca. Cosas de Paloma, Susana y Jesús. Bendita ocurrencia. Entre estos pucheros también está.
DOMINGO. El coronavirus nos arrebató el saludo de la paz. Hay quien ha suprimido completamente la fórmula. No es el caso. Se da la paz. Quizá con más intensidad que antes. La que reflejan los ojos por encima de la mascarilla, que buscan conectar con la mirada de ese prójimo que, como poco, está a metro y medio, pero que se acerca a golpe de vista. Fraternalmente. Y con tu Espíritu.
MARTES. Retomo la actividad deportiva más o menos en serio. Y me siento como recién salido de AliExpress. El imaginario que uno tiene sobre sus capacidades frente a las limitaciones que impone la realidad. Peligrosa disociación que solo se salva con silencio, escucha y aceptación. Aceptar que la pandemia ha afectado a todos y a todas. Tiempo de tolerarse, de reconocerse.