El mosaico
La semana pasada, en la madrileña calle de san Simón apareció un mosaico junto a la placa que anuncia el nombre de la calle con la imagen de Fernando Simón, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. Su cara ya está presente en camisetas o tatuajes, y ahora gracias al artista urbano Basket of Sean llega a la fachada del edificio del barrio de Lavapiés donde está la placa.
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El autor de la imagen difundió en su cuenta de Instagram su propia instalación y la ha acompañado con la letanía ‘San Simón te cuida’. La reacción de público ha sido de elogio y de cabreo casi a partes iguales. Para el artista es un homenaje al director y a todos los sanitarios durante la crisis del coronavirus. Para otros, la implicación política de Simón deslegitima todo homenaje.
El reportaje
“En ese momento yo sentí que me caían 300 kilos de piedras sobre la espalda. También me puse en su lugar y pensé: ¡Qué valor tiene este tío!”, relata el propio Simón este domingo en una entrevista en el dominical de El País cuando el presidente Pedro Sánchez tuvo que decidir el cese de la actividad. Relatos y portadas –el propio Simón en la moto en la que llega cada mañana al ministerio– que hacen que la imagen de este médico zaragozano de 56 años sea cada vez menos neutra.
Las declaraciones, más allá de las fotos, no sé si aportarán calma a quienes han vivido la enfermedad más de cerca y quienes tienen víctimas con sus nombres y apellidos entre sus familiares y conocidos. “¿Qué más da una cifra más alta que otra o más baja cuando hablamos de 28.000 víctimas? ¿Cambia algo? Ya lo dicen algunos periodistas, que un muerto resulta noticia y mil ya pasan a ser estadística. Los datos son útiles si sirven para entender el problema y darle solución. Nuestro trabajo no tiene que ver con individuos, sino con poblaciones. Hemos compuesto el puzle con lo que nos proporcionaban las comunidades autónomas. Nuestra obsesión ha sido con cada una de ellas que comprobaran si eran fiables o no. Todos han hecho y siguen haciendo un trabajo excepcional”. Dice en algún momento de la entrevista haciendo de técnico.
Estas valoraciones contrasta con la preocupación que muestra en otro momento por los fallecidos. “Cuando te encuentras en situaciones así, lamentas cada uno de los muertos, te los llevas a lo más hondo. Piensas también en lo que has llegado a evitar. Pero no soy tonto: lo que a mí me jode son esos 28.000 fallecidos. ¡No los acepto! He visto morir gente, mucha gente, todos los días, en los países donde me ha tocado luchar. A mujeres jóvenes que con seis hijos se te quedan en una sala de partos y sabes positivamente que esas criaturas no tienen un padre que se vaya a ocupar. Sufres. Los epidemiólogos venimos llorados de casa. Tenemos coraza para aguantar. Estos meses he llorado, quizá menos de lo que hubiera pensado, y muchas veces, aparte de por los muertos, por los vivos. Por esos héroes callados, por la gente confinada que lo ha perdido casi todo y paga esto de mala manera. Por aquellos que sin poseer nada llevan un plato al vecino porque tiene menos aún. Esos son los que verdaderamente me emocionan…”. ¿Santo de la puerta de al lado o estratega político?
A lo mejor es bueno recordar lo que vivió España durante la epidemia del ébola en 2014. Imploremos a los misioneros de San Juan de Dios…