Uno de los dramas a los que se enfrenta la vida consagrada y que condiciona notablemente su futuro es el número de abandonos, que en algunas décadas de finales del siglo XX ha sido dramático. Al paso de esta problemática ha salido la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA) con el documento ‘El don de la fidelidad. La alegría de la perseverancia’ que ha editado Publicaciones Claretianas.
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Una serie de orientaciones para acompañar la labor de superiores o formadores. Una respuesta a la “hemorragia que debilita la vida consagrada y la vida misma de la Iglesia”, según palabras del papa Francisco, que han supuesto los abandonos de forma especialmente dramática desde el Vaticano II. Para presentar la líneas fuertes del citado documento, la editorial ha organizado una presentación de un texto que para su director Fernando Prado tiene la “intención de proponer algunas líneas de acción y acompañamiento que sean útiles a todos”.
¿Hay realmente una hemorragia?
El marista Emili Turú, secretario general de la Unión de Superiores Generales (USG), señaló que el documento surge de una plenaria de la CIVCSVA que abordó monográficamente esta “preocupación”, ya que entre 2008 y 2012 el promedio anual de las personas que dejan la vida religiosa de es de más de 3.000 personas, unas 10 al día; aunque esto es solo el 0,3% de toda la vida consagrada. Para el religioso es una oportunidad para pensar “de qué manera percibimos y vivimos las salidas de la vida consagrada” si se denomina “hemorragia” o “abandono” si se produce, a veces, como “acto de coherencia”. También señaló que ante esta problemática hay que distinguir “entre síntoma y causa”, como hace el documento abriendo la mirada a un contexto más amplio de crisis eclesial y social.
La claretiana Jolanta Kafka, presidenta de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), ha profundizado en los desafíos que las orientaciones suponen para la formación. La religiosa se ha preguntado si “¿estamos formando para una alegría de la fidelidad de la perseverancia?”, ya que esto forma parte de “un proceso dinámico y abierto que dura toda la vida con sus momentos de discernimiento”. Desde su experiencia, ha señalado que en la base de la formación está la persona, la pedagogía y la misma evangelización. “Nunca sobra el tiempo, las energías y los procesos que puedan ayudar a las personas a estructurar su personalidad”, ha reivindicado. “Sin sujeto no puedo haber discernimiento ni camino responsable”, señalaba concierto toque ignaciano.
Necesario acompañamiento
También señaló como “requisito” la necesidad del acompañamiento frente a la tendencia de una formación individualista, especialmente donde los grupos de formandos no son numerosos. “La fidelidad es algo que arranca del pasado, de ahí la importancia de la memoria; pero lanza hacia el futuro, por eso es un desafío”, apuntó reclamando una “resiliencia evangélica y creativa” en las estructuras que a veces no han tenido demasiado en cuenta las diferencias y contextos. Y es que para Kafka “la fidelidad más que un camino es un puzle, una armonía de elementos que forman un cuadro que con el tiempo se ve su conjunto”.
El jesuita Arturo Sosa, presidente de la USG, ha apuntado una serie de “distracciones que minan la vida religiosa” como “el descuido de la vida espiritual”, la “incapacidad de la persona de incorporar a su vida la fidelidad a los votos según el carisma” particular, la dificultar para establecer relaciones humanas sanas con todos los hermanos y su diversidad, la “baja calidad de la vida comunitaria”, la diferencia cultural de quienes entran en las instituciones, el difícil diálogo con la sociedad secular y la vivencia de la consagración en esa misma situación… Sosa también reivindicó la importancia del acompañamiento y las características de este en cada fase de la vida religiosa ya que “muchos abandonos tienen su origen en un proceso de admisión precipitado o superficial en el que no se llega al fondo y produce consecuencias más adelante”.
Entre los motivos de abandono, el general jesuita, enumeró tres: un conocimiento superficial de la familia religiosa, descubrir necesidades vitales que hacen incompatible su personalidad con la vida o misión del instituto y la “crisis de la mitad de la vida” si no es acompañada o gestionada.
La religiosa de la Compañía de María, Mariña Ríos, presidenta de CONFER, más allá de las salidas puso sobre la mesa la situación de las personas que se quedan en las congregaciones pero “aguando la vida”, aunque la mayoría de los consagrados viven su vocación desde la autenticidad. Y es que para la religiosa, “tenemos que ser conscientes del valor del testimonio y de lo que transparentamos” siendo conscientes de “las deficiencias de las instituciones”. Por ello, apuesta por el acompañamiento personal y, también, como comunidades e institutos porque “la vida comunitaria se ha ido transformando para mejor”, así pueden ser “espacios de acogida, diálogo y oración”.