La epidemia por Covid-19 está confirmando lo que habíamos advertido en el mundo humanitario: No estamos preparados para seguir un ritmo de una crisis tras otra crisis. Con Covid-19 los conflictos ya existentes y la violencia en muchos rincones del planeta están teniendo consecuencias que podrían afectar a más de una generación. La falta de acceso a los servicios básicos, la pérdida estrepitosa del empleo, el colapso de los sistemas de salud debilitados y las violaciones a los derechos humanos son ahora titulares comunes que dejan desmantelados modelos no sustentables. Oxfam ha advertido en un reporte reciente denominado “The Hunger virus”, que 8 de los 10 focos de hambre extrema identificados se verán afectados por altos niveles de violencia e inseguridad, en nuestra región se incluye a Haití y Venezuela. Esto genera una espiral de desplazamiento, migración y violencia que afecta a las poblaciones más vulnerables. [1]
- LEE Y DESCARGA: ‘Un plan para resucitar’, la meditación del papa Francisco para Vida Nueva (PDF)
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
- Toda la actualidad de la Iglesia sobre el coronavirus, al detalle
En Burkina Faso, miles de familias desplazadas; en particular niños y niñas se enfrentan a dificultades particularmente graves, y se han visto obligados a abandonar la escuela por ataques y amenazas de extremistas. Los riesgos se han agravado con el cierre a nivel nacional de más de 20.000 escuelas, que se introdujo en marzo como respuesta a la pandemia del coronavirus y continuará hasta septiembre. Además muchas familias han perdido también sus medios de vida por el cierre de mercados y fronteras. La situación también es poco alentadora en Yemen, con un sistema de salud ya carente, tenía enormes deficiencias antes de la pandemia debido a la guerra y a la falta de recursos. Actualmente, hay un temor por el incremento de personas que requieran de la ayuda humanitaria para sobrevivir. Según las estimaciones de UNICEF, el número de niños menores de cinco años con desnutrición en Yemen podría ascender un 20 por ciento y alcanzar los 2,4 millones.
La “Comisión Vaticana Covid-19”, especialmente a través de los Grupos de Trabajo sobre Seguridad y Economía, ha estado analizando algunas de estas implicaciones. Se ha enfatizado que las crisis interconectadas (salud, socioeconomía y ecología) están ampliando la brecha no sólo entre los ricos y los pobres, sino también entre las zonas de paz, prosperidad y justicia ambiental y las zonas de conflicto, privación y devastación ecológica. La misma Comisión reconoce que “No puede haber sanación verdadera si no hay paz. La reducción de los conflictos es la única posibilidad de reducir las injusticias y las desigualdades. La violencia armada, los conflictos y la pobreza están efectivamente vinculados en un ciclo que impide la paz, fomenta los abusos de los derechos humanos y obstaculiza el desarrollo”. [2]
En un mundo de crisis, todavía hay un espacio para la acción colectiva consciente, cristiana y ciudadana. ¿Cómo se cura una sociedad?, pues como se curaría una persona, con el cuidado, la solidaridad de otros hasta el final. En esta crisis, el cardenal Michael Czerny nos ha dicho que “pensemos en las muchas personas que siguen suministrando alimentos, servicios esenciales, seguridad pública. Pensemos en los muchos médicos y enfermeros, sacerdotes y religiosos que, arriesgando sus vidas, permanecen en primera línea y se mantienen cerca de los enfermos. Dándose a sí mismos ‘hasta el final’ (Jn 13:1), ofrecen un brillante testimonio de las enseñanzas y el ejemplo de Jesús, recordando a todos que el cuidado de los que sufren tiene prioridad. En estos momentos es toda la persona la que sufre y necesita ser curada; y los casos son numerosos”. Estamos llamados a actuar en un momento de crisis tras crisis, busquemos que nuestra caridad se vuelva viral y colectiva.
[1] OXFAM, The Hunger Virus
[2] Comunicado de prensa de la Santa Sede, Preparando el futuro para construir la paz en medio de Covid-19