Teresa García, responsable de Difusión de la HOAC
Responsable de Difusión de la HOAC

Tiempo para el descanso


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Las más tempranas conquistas del movimiento obrero se centraron en la reivindicación de las ocho horas. La explotación que sufrían los hombres y mujeres en el trabajo, con jornadas extenuantes, orientaban esa lucha, pero iba más allá: La existencia humana no puede servir a un trabajo mercantilizado y necesita “tiempos” para la vida social y familiar, para el descanso…



El capitalismo, esta rueda de producción y consumo en la que vivimos, ha desdibujado esta parte de cuidado y gratuidad de nuestra existencia. Con la extensión de la precariedad y el paro, y a escala planetaria, con tantas formas de explotación sino esclavitud, hace parecer un privilegio, ―y no un derecho― el que algunas personas disfruten de fines de semana, de vacaciones y, además, remuneradas.

Por otra parte, el ocio, cuando quien puede no trabaja y dispone de tiempo libre, se ha convertido en una gran oferta. El viaje, la cultura, el lugar de encuentro y de solaz, la diversión familiar, se han transformado en mercancía, de la cual parece imposible sustraerse, a la vez que son una fuente de ingresos a costa de grandes bolsas de empleo precario. No es difícil reconocerlas en la hostelería, en los servicios, en el comercio, incluso en la educación, si tenemos en cuenta a tantos y tantas jóvenes que se ocupan en colonias de verano y actividades similares, o el cuidado, si atendemos a quienes cuidan de personas dependientes y vulnerables.

Nueva normalidad

El Covid-19 ha inundado nuestras redes de ofertas de cómo ocupar ese tiempo de confinamiento, cómo aprovecharlo para fomentar las relaciones familiares y de cómo encontrar nuevas formas de relacionarnos, también de trabajar, pero viendo las ganancias de algunas empresas dedicadas al comercio y la distribución y de otras dedicadas a plataformas de telecomunicación, no parece que hayamos llegado a ninguna novedad, aunque la llamemos “nueva normalidad”.

También es hora de aprovechar los descubrimientos personales y sociales que hemos hecho durante este tiempo, en la capacidad para afrontar las dificultades y la necesidad de solidaridad social que debemos preservar. Es una interpelación a la que colectivamente debemos responder pues somos responsables ante las generaciones futuras del bien común, que trasciende nuestra historia y nos plantea interrogantes a los que no tenemos respuestas, o por lo menos, no deberíamos darle las viejas soluciones de este sistema, que genera devastación.

iglesia blanca en la playa en verano turismo turistas vacaciones

Quizá, por todo ello, urge recuperar una “nueva” perspectiva sobre el trabajo humano, y contemplarlo desde la centralidad del “Día del Señor”, del “Año de Gracia”, con todas sus implicaciones ético-religiosas[1].

Liberar al trabajo de su sometimiento al capital, liberar nuestro “tiempo libre” (que no deja de ser una paradoja), nuestras relaciones sociales y familiares, de su sometimiento al consumo, significa reencontrarnos con lo esencial: hacer efectiva la fraternidad humana y la contemplación y el cuidado de la Creación.

[1] Recomendable la lectura, en ese sentido, de Élio Estanislau Gasda. Cristianismo y Economía. Repensar el trabajo más allá del capitalismo. Ediciones HOAC. 2017