En nuestro último encuentro platicamos sobre la segunda herramienta de acompañamiento, después de haber comentado en primer lugar sobre el coaching; juntos exploramos una alternativa que podemos aprender a emplear en favor de aquellas personas a quienes acompañamos.
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Hemos presentado la mentoría como una vía para ofrecer la experiencia personal, sin por ello inducir u obligar a las personas a algo determinado, como una materia prima del proceso de acompañamiento.
Abordamos también algunos rasgos sobre la figura del mentor, desde su antecedente histórico, y profundizamos sobre lo que NO es mentoría, para poder identificar con mayor claridad esta herramienta conversacional.
Hoy quisiera poner a consideración del lector de este espacio dos puntos importantes: a) los beneficios que ofrece la mentoría como método de acompañamiento y, b) descubrir algunas pistas para identificar si la mentoría como proceso es conveniente para nosotros (tanto para el que acompaña como para quien es acompañado). ¡Vamos a ello!
¿Qué beneficios nos brinda la mentoría como método de acompañamiento?
Aunque hay muchos beneficios de un proceso de mentoría adecuadamente conducido por un profesional del acompañamiento, me gustaría señalar por lo menos cinco ventajas que me parecen evidencia tangible de la oportunidad que brinda esta herramienta a un proceso:
- Permite reducir la ansiedad que provoca el óptimo desempeño al que el acompañado se siente llamado, dentro de un área o un ámbito que desconoce o no domina adecuadamente.
- Favorece la propia creatividad ante el reto y el desafío que enfrenta el acompañado, al saber que cuenta con quién puede respaldar su iniciativa con alguna experiencia de previo éxito.
- Fomenta fortalezas personales y genera, en un contexto seguro, un plan de acción factible respaldado por la experiencia de quien ha recorrido el camino de manera previa. Es como si el acompañado se dijera a sí mismo: “él, lo logró ante un reto parecido al que yo experimento, entonces yo también podría lograrlo”.
- Puede construirse, ante un reto de mayor complejidad, un panorama mucho más completo respecto las ventajas y desventajas sobre las actividades prioritarias a realizar en lo inmediato. No solo es compartir con el acompañado lo que le ha funcionado al mentor, sino que incluso sería más importante compartirle aquello que en el turno de acción del mentor no le funcionó en lo más mínimo.
- Sistematiza experiencias, tanto del acompañado como del mentor, en beneficio del proceso mismo de acompañamiento. Lo vivido por ambos se convierte en insumo necesario para hacer frente a nuevas circunstancias que podrían presentarse en el camino del desarrollo personal.
Y aquí vale la pena, aterrizar al contexto pastoral, algunos ejemplos de procesos de mentoría o donde esta pueda hacer una diferencia importante en diversas realidades eclesiales, destaco algunas sin ser exhaustivo:
- Discernimiento vocacional del estado de vida.
- Nueva responsabilidad en organismos o funciones eclesiales.
- Ingresos recientes a movimientos o apostolados, donde se busca desarrollar nuevas habilidades para el servicio en el recién llegado.
- Implementación de nuevos proyectos pastorales y educativos dentro de la comunidad.
- La relación interpersonal entre párroco y vicario, etc.
¿Cómo saber si este método de acompañamiento puede ser de utilidad para la persona?
Quisiera responder a esta pregunta, desde dos escenarios posibles.
Y si yo quisiera un mentor ¿qué pasos me recomiendas antes de acceder a este servicio?
- Define con claridad el área o ámbito en que deseas mejorar en tu vida. ¡Ponle un nombre a las habilidades o competencias que requieres en particular para poder tener un poco más claro el horizonte!
- Revisa si existe algún programa definido de mentoría en la organización en la que trabajas, o dentro del contexto en el que te desenvuelves. Es una práctica que comienza a ser cada vez más difundida. Si es así: ¡aprovecha!
- Si no tienes esta opción en tu organización o movimiento, o eres profesionista independiente, busca información en el mundo digital sobre aquello que sabes que debes mejorar. Encuentra autores, creadores de contenido, sitios web, canales de YouTube, que puedan darte algunas pautas. Date un tiempo para revisar el ámbito en el que deseas mejorar y trata de “sintonizar” con la inspiración que te provoca un posible mentor.
- Cuando encuentres alguien que, a pesar de hallarte en los primeros contactos o conocimientos, parece que conecta con tu inspiración, anímate a revisar su información más a fondo. ¿Quién es como persona y qué puede ofrecerte? ¿Cuenta con algún servicio de asesoría o interacción 1×1? Puede convenir que mandes un correo, ¡es la prueba de fuego! Si no te contesta, no continúes un proceso de compra o contratación de algún servicio de los que ofrece.
- ¡Anímate a probar el contenido o los servicios gratuitos que un posible mentor ofrezca! Regularmente, los mentores ofrecemos una primera sesión, completamente gratuita, para comentar tus necesidades; aprovecha y agenda tu sesión inicial para verificar si esta persona es lo que necesitas. ¡Huye de quien no te ofrezca nada “gratis” y de quien quiere cobrar por todo y para todo!
¿Qué puedo hacer si quiero desempeñarme como mentor?
- Reflexiona a profundidad sobre el área específica en la que podrías aportar algo concreto a partir de tu experiencia personal, profesional, pastoral, organizacional. Entre menos general seas, más eficaz serás como mentor. En este proceso, es clave la especialización y la atención dirigida a actividades o tareas que pueden ser replicables por otras personas.
- Recuerda la sensación/experiencia de no saberse eficaz en un ámbito particular; es necesario partir del mismo estado emocional de tu posible acompañado. Desde esa óptica ¿qué pasos podrías recomendar para mejorar el desempeño personal de alguien a partir de tu experiencia?
- Piensa en tu experiencia como la receta de un plato exquisito. Debe ser precisa, definir claramente los ingredientes y presentar de manera inconfundible las instrucciones para lograr un sabor similar. Toda buena receta, también es importante decirlo, debe dejar espacio al sazón particular de quien cocinará.
- Ordena tus “recetas” en un programa, con sesiones y objetivos por sesión definidos, que se presente como un camino a recorrer por quien pueda beneficiarse de este proceso donde has sintetizado lo que sí y no te funcionó.
- Considera a profundidad que tu programa de mentoría debe ser asumido como un “producto” a posicionar: considera sus beneficios, detecta sus oportunidades y analiza con cuidado su promoción y presentación ante posibles interesados.
- Documenta tu propio proceso de trabajo y los testimonios de tus acompañados, serán fundamentales en el futuro inmediato pues desde esto podrás continuar mejorando como mentor.
Con estos planteamientos que hoy hemos comentado, finalizamos nuestro primer acercamiento a la mentoría como método de acompañamiento personal. En nuestro próximo encuentro, platicaremos sobre la terapia como otra herramienta para acompañar y servir a la persona, sobre todo, en estos momentos de contingencia.
P.D. Este espacio vio la luz en el mes de marzo, una semana antes de que su servidor se recluyera en casa con su familia ante la contingencia. Han pasado varios meses y la situación no ha disminuido en gravedad e importancia. Ratifico que esto que nos ha tocado vivir al inicio de la década del acompañamiento, puede ser un sentido de vida y propósito, esmerémonos en descubrirlo. Sigamos pidiendo a Dios que nos acompañe para encontrar el mejor modo de servirle a Él y a nuestros hermanos en estos difíciles momentos. En nuestros últimos encuentros, hemos explorado las características del coaching como la primera alternativa del servicio a la persona que podríamos implementar en diversos sectores educativos y de atención en ámbitos pastorales. Ahora, describamos otra ruta posible en el universo del acompañamiento personal: la Mentoría.
¡Hasta pronto y hasta siempre!