La catedral metropolitana de Managua (Nicaragua) sufría ayer, 31 de julio, un incendio que calcinaba la histórica imagen de la Sangre de Cristo, ante la que se postró Juan Pablo II durante su visita al país. Para el arzobispo de Managua, Leopoldo Brenes, lo ocurrido ha sido un “acto terrorista”, alejado del accidente que ofrecen las versiones oficiales, tal como informa EFE.
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El incendio dio inicio cuando un hombre que aún no ha sido identificado lanzó una bomba en el interior de la Capilla de la Sangre de Cristo. “Así lo quiero decir, claramente, es un acto terrorista para amedrentar a la Iglesia en su misión evangelizadora”, ha afirmado Brenes a los medios a las puertas de la catedral.
Asimismo, el prelado subrayó que quien hubiera perpetrado el ataque lo ha planeado “con mucha calma”. De hecho, conectó este incendio con otro ataque que tuvo lugar el pasado día 20, cuando un hombre destrozó los portones de la catedral con una camioneta, así como con el robo de una verja que facilitó el escape del causante del fuego. “Calculó todo, dónde entrar, cómo hacerlo y luego por dónde escapar. Esto verdaderamente estaba planificado”, subrayó.
Terrorismo de Estado
Si bien la versión oficial, ofrecida por la vicepresidenta Rosario Murillo, defiende que se trató de un accidente provocado por la caída de un candelabro, Brenes descarta que fuera así, ya que, tras la visita de Juan Pablo II en 1996, él mismo recomendó que no hubiera velas ni cortinas cerca de la imagen, que llevaba casi 400 años en el país.
“Ahí no hay ninguna vela, ni tampoco tenemos cortinas, o sea que no podemos pensar que el incendio, entre comillas, puede ser producto de una veladora que se cae. Esto fue un acto de terrorismo incendiario de una bomba de gran poder”, explicó el cardenal. Por el contrario, varios testigos han confirmado la versión de la bomba.
Tanto el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), como la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH), las opositoras Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, y Unidad Nacional Azul y Blanco, condenaron el suceso, culparon a “la dictadura” y coincidieron en llamar “terrorismo de Estado” a lo ocurrido.