“Los refugiados sirios e iraquíes residentes en Beirut y de quienes nos ocupamos, nos señalan no solamente los daños materiales que han sufrido en sus habitaciones, sino sobre todo el choque psicológico que han sufrido ellos y sus hijos. Ellos marcharon de su país para huir de la guerra, y ahora se encuentran en un país en crisis y en situación de gravísimo malestar”. Quien narra de esta manera los atentados del Líbano del pasado martes 4 de agosto es uno de los salesianos libaneses que, en dos comunidades a unos 30 km. de Beirut acogen a diferentes refugiados.
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El Líbano no solo tiene que afrontar las consecuencias de la pandemia por el coronavirus, sino que ha vivido una explosión de 2.500 toneladas de nitrato amónico guardado en un depósito del puerto de Beirut, tras haber sido requisado hace tiempo a un buque de carga. Los salesianos no han tenido víctimas ni daños directos, pero sufren con toda la población por la enésima catástrofe que golpea a la población, tal como denunciaba el papa Francisco en el ángelus del 9 de agosto.
Confianza en la reconstrucción
Un ‘apocalipsis’ que ha generado una onda expansiva a más de 10 kilómetros destruyendo o dañando gravemente hospitales, lugares de culto, edificios públicos y habitaciones privadas, además de los barcos que estaban en el puerto o ensenada. Se estima que unas 300.000 personas hayan perdido la casa. Para los salesianos, “si bien hasta ahora no resultan víctimas salesianas entre nuestros conocidos, lamentamos los heridos y los daños más o menos importantes en muchas casas de familiares y amigos”. Al acompañar a las víctimas se suman a las palabras del patriarca maronita del Líbano, Bechara Boutros Rai, que reivindicaba que “el Líbano merece de sus hermanos y amigos el apoyo necesario para reconstruir su capital”.
En esta situación los salesianos, según informa la agencia InfoANS, intentan contribuir ofreciendo una mirada de esperanza y haciendo un llamado a la solidaridad internacional: “Si muchos elevan un grito de desesperación y rabia por la inconsciencia de demasiados políticos y funcionarios, entre las cuales están las autoridades del puerto de Beirut, a las que se atribuye la responsabilidad de la catástrofe del martes, nosotros lanzamos un grito de esperanza, mirando especialmente a los jóvenes libaneses, llenos de recursos y espíritu de iniciativa. Nos sentimos cercanos a ellos y preocupados de su futuro. Solicitamos ayuda, sea para ellos o para los refugiados sirios e iraquíes de quienes nos ocupamos”, señala el salesiano libanés.