José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

Manos tendidas y un cartel


Compartir

Una mujer tiende su mano pedigüeña a la vez que exhibe en un letrero de cartón colgado de su cuello. En él, una frase con letras mal dispuestas dice: “Soy española. No tengo para dar de comer a mi familia. Tengo cuatro hijos. Mi marido, enfermo por el virus”. Esto lo exhibe a algunos viandantes y a los conductores de automóviles que se paran en los semáforos.



La primera frase (soy española…), evidentemente, está destacada al principio y con mayúsculas. La pretensión es obvia. Más o menos, viene a suponer que, por el hecho de ser autóctona y no extranjera (en este caso, no dice emigrante sin papeles), será mejor atendida en su petición.

Los otros…

Y todo dependerá de la comprensión que el posible donante quiera hacer para responderle o no con una limosna. El resultado para el fin de estas letras es lo de menos. Lo que quiero resaltar es la alusión a la propia identidad nacional para no ser confundido con “los otros”. Por si acaso el donante es contrario a ayudar a los migrantes, o por si quiere, en un rasgo de generosidad y manifestación pública de españolidad, “presumir” de su condición española.

“España y yo somos así, señora”, que diría Eduardo Marquina, un dramaturgo de la Generación del 98 en su obra teatral ‘En Flandes se ha puesto el sol’, en donde el capitán Diego Acuña de Carvajal se enorgullece diciendo tal frase al vencer en un duelo en la defensa de una dama. ¡Menudo texto y menudo contexto!

 Scaled

Desde la Doctrina Social de la Iglesia

Cada uno de los viandantes o conductores tendrá sus motivos para negarse o no a atender la petición en función de semejante afirmación. En este sentido, solo acudo a dos citas eclesiales por si acaso el posible donante quiere actuar consciente o no desde la olvidada Doctrina Social de la Iglesia. Una, de la Asamblea Episcopal Española de 2015, que, en su Instrucción pastoral ‘La Iglesia, servidora de los pobres’, señala: “Los inmigrantes son los pobres entre los pobres. Los inmigrantes sufren más que nadie la crisis que ellos no han provocado. En estos últimos tiempos, debido a la preocupación del momento económico que vivimos, se han recortado sus derechos. Los más pobres entre nosotros son los extranjeros sin papeles, a los que no se facilitan servicios sociales básicos”.

La otra, que sirvió de justificación a la primera, son palabras de san Juan Pablo II: “La pertenencia a la familia humana otorga a cada persona una especie de ciudadanía mundial, haciéndola titular de derechos y deberes, dado que los hombres están unidos por un origen y supremo destino comunes”. Al menos, la mujer empobrecida, miembro de la ciudadanía mundial, tendría derecho a ser atendida donde correspondiera. Porque mucho me temo que el posible donante –con la premura o miradas para otro lado– no estuviera para estas disquisiciones.

Mano tendida hacia el pobre

Y aquella mujer seguiría con su cartón gastado y sucio acudiendo a unos y otros. Conseguiría algún dinerillo (si no fuera así, no entiendo su persistencia diaria en utilizar ese recurso). Y yo me quedaría de nuevo meditando sobre aquello del papa Francisco en la Jornada Mundial de los Pobres de este año: “Esta pandemia llegó de repente y nos tomó desprevenidos, dejando una gran sensación de desorientación e impotencia. Sin embargo, la mano tendida hacia el pobre no llegó de repente. (…) Uno no improvisa instrumentos de misericordia. Es necesario un entrenamiento cotidiano, que proceda de la conciencia de lo mucho que necesitamos, nosotros los primeros, de una mano tendida hacia nosotros”

Creo que, entrenándonos en esto con más frecuencia y decisión, mirando en lo global y actuando en lo local con los medios más personales, estructurales y solidarios posibles, evitaríamos situaciones como esta tan humilde que os presento. Mientras, sigo viendo largas colas (de todas las edades) a las puertas de las Hijas de la Caridad y otras similares buscando comida. A la mujer que os cito la vi encaminarse más tarde hacia ellas. La pandemia y las crisis nos hacen volver siempre a lo esencial.