¿Hubo prostitutas entre los ascendientes de Jesús?


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La anterior entrega de este blog, dedicada a la primera genealogía de la Biblia, la de los patriarcas prediluvianos (Gn 5), acababa anunciando la genealogía de Jesús. Una genealogía que, como se sabe, presenta dos versiones bastante diferentes entre sí: la de Mateo (1,1-17) y la de Lucas (3,23-38).



La de Lucas es ascendente, ya que empieza en Jesús y acaba en Adán y Dios, y contiene unas 77 generaciones. Precisamente por ese final parecería más abierta y universal. La de Mateo, en cambio, es descendente, porque empieza en Abrahán y acaba en Jesús, estando estructurada en tres períodos de 14 generaciones cada uno, cuyos pivotes son el rey David, la deportación de Babilonia y el propio Cristo. Parecería, pues, una genealogía más centrada en Israel.

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Otra diferencia importante es la presencia de mujeres en la lista de Mateo –cosa extraña en las genealogías judías–, siendo la de Lucas exclusivamente masculina. Sin embargo, quizá lo más llamativo es que esas mujeres que aparecen en la genealogía del primer evangelio no son precisamente un dechado de virtudes (visto desde el punto de vista judío). De hecho, Erri de Luca les ha dedicado un precioso librito titulado precisamente Las santas del escándalo (Salamanca, Sígueme, 2019, 2ª ed.).

La sexualidad y sus cauces

En efecto, estas mujeres –Tamar la cananea, Rajab la prostituta de Jericó, Rut la moabita, Betsabé la adúltera y María, embarazada antes de su boda y sospechosa de adulterio– coinciden en que su relación con la sexualidad no discurre por los cauces esperados y aceptados socialmente, aparte de que la mayor parte de ellas son extranjeras. Algunos han visto en estas mujeres –sobre todo teniendo en cuenta la ausencia de las grandes matriarcas de Israel: Sara, Rebeca y Raquel– precisamente una “irregularidad divina”, en el sentido de que “la acción salvífica de Dios sigue a veces caminos inesperados” (Ulrich Luz).

Y es que la Biblia tiene tendencia a presentar a Dios de un modo sorprendente para el ser humano. Como escribió José María Carulla en La Biblia en verso: “El niño Jesús / nació en un pesebre. Donde menos se espera / salta la liebre”.