Días atrás dialogaba con un clérigo, quien se alistaba para una conexión vía Zoom. Lo notaba inquieto, pero no por la charla que iba a desarrollar, sino porque aún no llegaba el técnico que iba a conectar todo a internet…
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Estaba tenso y ansioso, pero se relajaba riéndose, porque no tendría que trasladarse de casa para ir a compartir su enseñanza. La hora prevista se acercaba sin piedad y mientras veía su reloj decía: “En las parroquias debíamos esperar que llegue a tiempo el organista, pero ahora esperamos al técnico de informática”.
Esta singular frase, refleja lo que estamos viviendo durante la pandemia del Covid-19. Es decir, una parroquia histórica que celebra, sirve y enseña, frente a una Iglesia urgida, que hoy en día se conecta más a través de redes y traspasa fronteras, con el fin de alcanzar a las personas allí donde estén.
Nuevos escenarios
Ante este fenómeno evidente, realizamos un breve sondeo online entre obispos, presbíteros, otros consagrados y laicos. Las respuestas llegaron de casi toda América, Europa y África inclusive.
La única pregunta fue: ¿Cómo será la vida parroquial en la post pandemia? Sin la intención de ser un futurólogo, pues nadie podrá serlo, solo se quiso recoger las inquietudes de pastores y fieles comprometidos, acerca del rol de la Iglesia en un nuevo escenario que, sin duda, hará repensar las cosas.
Está claro que estos meses de confinamiento, distancia social y pánico generalizado han cambiado las costumbres parroquiales. Nos referimos al precepto dominical, programas de catequesis, administración de los sacramentos, formación permanente, justicia y paz, así como las obras de misericordia, donde los más pobres encontraban un alivio material ante sus necesidades de comida, ropa, medicamentos e incluso vivienda.
Como manifestaron varios de los encuestados, la disminución de la asistencia a la misa dominical o a la formación continua puede verse mellada, debido a la comodidad de seguir participando desde casa. Por otro lado, las acciones de solidaridad y las reuniones de grupo se verán fortalecidas, dado que, ante tanta ausencia de encuentros personales y grupales, todos ansían retomarlas lo antes posible.
Hay algo más, que algunos lo han calificado como fenómeno. Se refieren al descubrimiento entre los fieles del valor catequético y espiritual de la misa diaria, lo que se refleja en una alta asistencia a esta práctica a través de las redes sociales. Por ejemplo, antes se reunía en los templos de 5 a 20 personas constantes; pero en esta crisis, el sacerdote ha celebrado eucaristías cotidianas frente a cientos de personas.
Llegó para quedarse
Este es un tiempo en que para ir a misa no hace falta vestirse bien, perfumarse o llegar temprano en pos de una banca libre. Sino por el contrario, son las épocas de la pantalla, los audífonos y el interés auténtico de participar en la misa, con el alivio de una comunión espiritual. Y como se advirtió en el sondeo, de la otra parte está el celebrante y su equipo (si lo tuviera), quienes deben darles formato audiovisual a las liturgias, así como adaptar los tiempos y los lenguajes. Sumado a esto y, para que no falle la señal, algunas respuestas sugieren contar con un técnico propio, a modo de sacristán…
Otras inquietudes de los encuestados giran en torno a ¿cuáles actividades parroquiales deben permanecer como servicios de extensión, según cada realidad? Lo que han manifestado varios es que el encuentro y la vida comunitaria deben retomarse, por ser la esencia misma de la parroquia. Pero también son conscientes de que algunos servicios a la distancia se mantendrán permanentes.
Un ejemplo de esto es que, dado que el coronavirus no desaparecerá con una vacuna, las personas de la tercera edad, al ser pacientes de riesgo, no podrán acudir de modo frecuente al templo. Ante ello, algunos resultados de la encuesta coinciden en que, las misas a través de las redes sociales o web tendrán que continuar, especialmente para los mayores, los enfermos y aquellos privados de su libertad. A esto hay que sumarle las comunidades con ausencia de un sacerdote.
Otro grupo al que habrá que seguir cuidando en extremo, son los menores de edad. Mientras no se les pueda asegurar un espacio sin riesgo de contagio, tendrán que vivir con resignación la misa dominical de niños a distancia, pero siempre con el entusiasmo contagiado en familia, de que son los predilectos de Jesús.
También ha surgido la inquietud por las catequesis virtuales de primera comunión, perseverancia y confirmación, las cuales son parte del itinerario del cristiano. Algunas respuestas al sondeo indican que este período formativo no ha de detenerse, sino por el contrario, reformularlo y aprovechar el potencial que tienen los dispositivos electrónicos y el internet para la vida de los “nativos digitales” o “Generación Z”, como se les quiera llamar.
Denles ustedes de comer
En muchos de los países consultados, el “milagro” de esta crisis sanitaria ha sido una especie de multiplicación de los panes y los peces. Esto se comprende mejor, cuando te relatan las acciones de recolección de artículos de primera necesidad y de dinero, para distribuirlos a las familias más pobres y vulnerables de la comunidad parroquial. El dolor de los párrocos ha sido inmenso, al ver a padres de familia quedarse sin trabajo, a ancianos sin que nadie los alimente o a enfermos desprovistos de medicamentos para sus tratamientos.
Allí quedan como testigos, las convocatorias y las fotos en redes sociales y webs parroquiales, donde se constata que la crisis sacó lo mejor de cada uno; pues, en una sintonía que no siempre afloraba, han trabajado juntos los párrocos, religiosos y fieles en el reparto de ayuda humanitaria. Para muchos, no ha sido solo la satisfacción del deber cumplido, sino la ocasión propicia de experimentar el llamado del papa Francisco, a “tocar la carne de Cristo”.
En vista que a los pobres se les tendrá siempre, en palabras del mismo Jesús, estas campañas solidarias han sido destacadas por los encuestados como “imprescindibles” y por lo tanto, deben continuar y aún mejorarse, para así llegar con mejor precisión a los más necesitados.
Para alcanzar esto, sería muy valioso que algunas Cáritas parroquiales, con magros o ausentes almacenes y botiquines, se transformen pronto en aquella sal que sí da sabor.
Crédito foto: Daniel Domínguez, OFM