“La inmensa mayoría hubiera preferido permanecer donde estaba, pero han sido obligados a huir como Jesucristo, buscando su seguridad, otra vida posible, que a veces se convierte en peor que la anterior”. De esta manera, el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, se sitúa al lado de los migrantes en su carta semanal con motivo de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que se celebra este domingo 27 de septiembre.
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“Es muy complejo este fenómeno a escala mundial, pero se concreta a escala local en cada uno de nuestros pueblos y ciudades, y por tanto, en cada una de nuestras comunidades cristianas. Personas que se cruzan en nuestra vida, obligadas a migrar por razones de trabajo, buscando un futuro mejor para sus hijos, o víctimas de la trata de personas, que son esclavizadas para el trabajo esclavo, para la servidumbre sexual, o migrantes que giran por el mar como marionetas de las mafias y objetos de mercadeo, hasta encontrar un puerto seguro donde empezar de nuevo”, indica el prelado en su misiva en la que invita a hacer realidad los cuatro verbos del papa Francisco –acoger, proteger, promover e integral– en todas las parroquias de la diócesis, porque “saldremos ganando todos”.
Para el prelado, “la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado es una llamada a nuestra conciencia para salir al encuentro de todas estas personas, en la medida de nuestras posibilidades. En esta acción social resuenan las palabras de Jesucristo: ‘Lo que hicisteis con cada uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis’ (Mt 25,40)”.
Una Jornada querida por los papas
Este año, la Jornada toma como referente el pasaje bíblico en el que Jesucristo aparece en su infancia perseguido para ser eliminado, mientras es salvado por el aviso de Dios a san José, que huyen a Egipto por la persecución de Herodes –“Como Jesucristo, obligados a huir”–. “Jesús, María y José experimentan esa situación de desplazamiento obligatorio de su casa para vivir en otro país con todas las circunstancias que ello supone, ‘marcadas por el miedo, la incertidumbre, las incomodidades’ (cf Mt 2, 13ss). El Hijo de Dios hecho hombre, Jesucristo, ha ‘tocado’ esta realidad y la ha santificado, haciéndola redentora. Y este Hijo de Dios por la encarnación se ha unido de alguna manera con cada hombre. También hasta cada uno de estos migrantes o refugiados nos acercamos reconociendo en ellos el rostro de Cristo, nuestro Señor, y queremos servirle”, señala Fernández.
Así, el obispo de Córdoba aprovecha su carta para contextualizar la jornada a lo largo de los últimos pontificados. “Desde 1914, cuando estalló la Primera Guerra Mundial, el papa san Pío X invitó a la oración por los migrantes que tenían que desplazarse por causa de la guerra. Su sucesor, el papa Benedicto XV instituyó el ‘Día del Migrante’ y los papas sucesivos nos hacen recordar continuamente a todas estas personas que por diversas razones se ven obligados a desplazarse. A partir de 1985, san Juan Pablo II envía un mensaje para esta Jornada, iluminando con su magisterio esta realidad sangrante. En 2004 se añade el colectivo de ‘Refugiados’, los que son obligados a huir por razones políticas. El papa Francisco ha situado esta Jornada el último domingo de septiembre, desde hace dos años”, recuerda.