La Unesco, dice que son Patrimonios, aquellos sitios de importancia cultural o natural excepcional para la herencia común de la humanidad, e insta a la cooperación internacional para la conservación y desarrollo de ese legado.
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La misericordia es tan antigua como el hombre, forma parte de su ser, de su naturaleza, de su semejanza con el Creador y es el motor de la salida hacia el otro generando la cultura del encuentro sincero. Sin dudas entra en la definición de la Unesco y es pasible de la necesidad de unir esfuerzos para conservarla y desarrollarla. Es una tarea de todos descubrir este Patrimonio en el interior de los corazones, propio y ajeno y conservarlo como el tesoro que funciona como remedio para los males de la Humanidad.
La misericordia no se da por vencida y no le importa “el qué dirán”, avanza sin miedo, cumple sueños, le sonríe a los problemas. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz[1]. Se opone a las condenas y es amiga de lo “políticamente incorrecto”, propicia acciones hacia los demás sin preguntar nombre ni estado, es acción que ayuda al enfermo, visita al preso, consuela al que sufre, corrige a que yerra, perdona, soporta lo indeseado y aunque tiene imán por el pecador no acepta al corrupto, aunque lo asiste una y otra vez para despertar su conciencia. No actúa para el bronce ni para el favoritismo, sino que es calor de manos fraternas, es destructora de hipocresía y egoísmo. “Es un amor visceral que sale a buscar a las personas allí donde viven, donde sufren, donde esperan”[2].
Catalina y la misericordia
La Beata Catalina de María Rodríguez[3], fundadora de mi familia religiosa, nos muestra la misericordia, la salida hacia el prójimo tanto de ella hacia los demás, en lo que constituyó su Sueño Dorado, sino también en los gestos que ella recibió de los otros en sus momentos de quiebres y dificultades. Centró la espiritualidad de su vida y en lo que después sería su Familia religiosa, en el Sagrado Corazón, fuente de la misericordia y desde Él abrió un camino llamado Amor y Reparación por el que pueden caminar ateos y creyentes. Amor y Reparación son dos caras de una misma moneda que acuñan la Misericordia en acción.
Amor en un sentido amplio es un sentimiento, una decisión de vivo afecto e inclinación hacia una persona o cosa a la que se le desea todo lo bueno. Podría decirse que nace de una atracción y se fortalece cobrando su verdadero sentido cuando la atracción o el entusiasmo pierden fuerza, es ahí cuando pasa a tener protagonismo la decisión en todos los órdenes del amor, en el de pareja, el de familia, el de amigos y el de altruismo. El amor maduro se identifica con la compasión, con el servicio desinteresado, con el perdón, con la bondad por la bondad misma. Si actuamos movidos por la envidia, por el rencor, por la fama, por la mentira, nos alejamos del amor y lastimamos a los demás y también a nosotros mismos porque nos alejamos de ese “ser humano” conque fuimos concebidos.
La otra cara del camino que propone Catalina es la Reparación, que actúa justamente cuando el amor falla. Viene a curar las heridas por las faltas de amor, es ir hacia lo que está roto, lo que puede ser descartado, reemplazado, pero como las personas no somos cosas, siempre somos sujetos de reparación y siempre podemos reparar por la sencilla razón de que podemos amar. Amando se repara y Reparando se ama. Así la reparación como en los talleres, se hace artesanalmente, personalmente, de corazón a corazón. Llama a ser creativos, audaces, incasables publicistas del “haz el bien sin mirar a quien”.
Es comprometedor el camino de Catalina: Amar y si el amor falla, doblegar la apuesta con más amor para reparar el daño provocado por otros y por uno mismo. Un llamado para todos gestado contemplando la misericordia de Dios desde su corazón de mujer, corazón que sin desmedro del varón, tiene inclinación hacia la ternura, la protección, la generación de vida[4].
Este Patrimonio de la Humanidad llamado Misericordia que, Catalina lo propone como Amor y Reparación es tan antiguo como el hombre, no necesita recorrer ninguna distancia para gozar de él, su espacio es el corazón de cada uno. Por tanto, cada vez que lo usemos o lo encontremos en los demás lo estaremos contemplando y descubriremos que es además la mayor Maravilla del mundo, el modo de ser de un creador que no solo la regala sino que la comparte y deposita en nuestros frágiles corazones. Constituye un programa de vida que nos enfoca constantemente en la misión que cada uno tiene como persona, que nos saca de las autoreferencias y egoísmos, que le da sentido al paso por este mundo. Son los planos más seguros para construir un mundo mejor, es lo que parafraseando a Neruda, nos prohíbe andar con cara de problema, renunciar a los sueños, tener miedo.
[1] Papa Francisco, Bula Misericordiae Vultus 2, Ediciones San Pablo, 2015.
[2] Papa Francisco, El nombre de Dios es Misericordia, Ed. Planeta, 2016, 36.
[3] www.madrecatalinademaría.com , www.esclavasargentinas.com
[4] Cfr. Somaré, Silvia: Ver para Confiar, Ediciones El Emporio, Córdoba (arg), 2016.