Editorial

‘Fratelli Tutti’: poner el mundo patas arriba

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A Francisco no le basta con haber puesto a la Iglesia patas arriba. Su proyecto de reforma busca poner el globo terráqueo del revés. El Papa argentino se remanga para proponer un nuevo orden mundial. La nueva encíclica ‘Fratelli Tutti’ se plantea como una enmienda total a un sistema que no solo está caduco y enfermo, sino que las patologías previas, que arrastra desde hace décadas, se ven ahora agravadas por la pandemia del coronavirus.



Frente a ello, el obispo de Roma presenta la fraternidad y la amistad social no como subtítulo aclaratorio, sino como las nuevas reglas de juego que materialicen los derechos humanos, borrando el concepto de seres humanos de segunda que ha secuestrado a medio planeta: ancianos, mujeres, niños, migrantes, personas con discapacidad…

Para ello, no solo se rearma de argumentos en todo su análisis del contexto actual, sino que propone una batería de medidas concretas y asumibles. Tanto a escala macro, como la reforma de las Naciones Unidas o su reivindicación del multilateralismo; como a un nivel micro, promoviendo un cambio en el estilo de vida cotidiano.

De ahí que busque la complicidad de unos y de otros: de Estados activos que promuevan la ciudadanía plena, de las religiones como motor regenerador, de políticos a quienes anima a redescubrir su vocación de servidores del bien común… Pero, sobre todo, de esos hombres y mujeres de buena voluntad a quienes dirige esta guía magisterial para conformar una familia que habite y proteja la Casa común.

Aprojimarse

Actualiza de esta manera la parábola del buen samaritano, interpelando permanentemente al lector para que responda con su vida a la pregunta que sirve de eje a toda la encíclica: de alguna manera, Jorge Mario Bergoglio nos sugiere convertir el sustantivo en verbo, asumir el desafío de aprojimarse.

Con esta misma soltura se enfrenta a quienes vienen acusándole de populista en su empeño en poner en primer plano la Doctrina Social de la Iglesia para implementarla sin demora. Asimismo, cuestiona sin paliativos precisamente todos esos “ismos”, comenzando por el propio populismo, el fanatismo, el nacionalismo, el neoliberalismo, el individualismo, el relativismo y el consumismo.

En su empeño por generar un diálogo con el mundo de igual a igual, alejado de pedestales de otros tiempos, se sirve de un lenguaje que huye de moralinas y discursos doctrinales, un tono más propio de un antropólogo o un sociólogo creyente, alguien que cree en Dios y en las personas. Así, no hay una sola condena que acabe en el infierno, amenazas de excomunión, castigos divinos o discursos apocalípticos. Simplemente,  la alerta sobre las consecuencias letales si el ser humano se empeña en seguir atrapado en la lógica del libre mercado y atacándose a sí mismo, cuando sigue justificando la violencia, el racismo o la trata.

Fratelli tutti

Francisco abraza a un mundo alérgico a la ternura, lo que implica el reconocimiento de la igualdad de todos y cada uno. Y es tan consciente de que su propuesta puede ser tachada de utopía, que admite este extremo con un revés directo: “Si no se intenta entrar en esa lógica, mis palabras sonarán a fantasía. Pero si se acepta el gran principio de los derechos que brotan del solo hecho de poseer la inalienable dignidad humana, es posible aceptar el desafío de soñar y pensar en otra humanidad. Es posible anhelar un planeta que asegure tierra, techo y trabajo para todos”.

Jorge Mario Bergoglio firmaba Fratelli tutti el 4 de octubre en Asís, pero deja el papel en blanco de la realidad para que quien se sienta llamado rubrique la carta apostólica. La Iglesia no puede jugar a ser el levita o el sacerdote que mira para otro lado mientras la humanidad se desangra.

No respaldar este documento magisterial con una reconversión personal y pastoral sería algo más que desairar a un papa o adentrarse en una apostasía silenciosa. Implicaría traicionar a ese Jesús de Nazaret que sigue necesitando hoy más que nunca de buenos samaritanos que sepan ser hermanos de todos.

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