Un bello sueño. Así es. La encíclica ‘Fratelli Tutti’ de Francisco sobre la fraternidad recoge el sueño de mucha gente. El de san Francisco de Asís y y el del Papa que tomó su nombre. Y de tantos otros. Me venía a la memoria aquello de Eduardo Galeano: “El derecho de soñar no figura entre los treinta derechos humanos que las Naciones Unidas proclamaron a fines de 1948. Pero si no fuera por él, y por las aguas que da de beber, los demás derechos se morirían de sed”.
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La encíclica invita a recomponer muchos sueños porque, como él mismo dice, prácticamente en el frontispicio de su encíclica (nº10) hay “sueños que se rompen en pedazos”. Profetismo y comunión acentuados por los que sentimos como nuestros sus mensajes, y rezamos por este bendito Papa que denuncia con expresiones parecidas en otros casos. Por ejemplo, cuando habla de las guerras “a trozos” como parece que son las miles actuales que en un cruel rompecabezas configuran una nueva guerra mundial. Sueños rotos en los actuales internos de los CIE, en las aspiraciones por un trabajo decente o en los migrantes que aspiran a unos pactos europeos sobre migraciones ahora tan mínimos, sueños rotos por injusticias, egoísmo, etc
Pero el Papa no se rinde ante la aventura de la fraternidad nunca acabada. Tiene la fuerza del evangelio detrás de él. Y la de la comunión eclesial. Aquella por la que no apuestan los que ponen la ideología por encima de la fe y sus convicciones. Que también lo dice el Papa. Necesidad de profetismo frente a la acusación de “buenismo”, tan fácil, populista y superficial como hacen algunos sordos y ciegos o que hablan sin las gotas de la prudente sabiduría que da una atenta lectura de su mensaje.
Pero si el Papa no lo hiciera –que lo hace– seguirían gritando los pobres, los injustamente tratados, los parados, los solitarios… Y ante nuestro silencio farisaico gritarían hasta las piedras (Lc. 19,37).
Que hablen hasta las paredes del templo
Encíclica del Papa para que hablen hasta las paredes del templo, las de la ONU, la de los medios de comunicación cobardemente callados por espurios intereses ante la ‘Fratelli Tutti’.
Encontré algo parecido en la Encíclica. Era muy difícil –al menos para mi– optar y decidirme entre tantos temas o ejes trasversales de la misma que gritan ante el dolor y el egoísmo y hambrean por la fraternidad y la solidaridad solida. Incluso escoger cinco o seis párrafos que puedan ser comprensivos de la misma. Hay que leerla, orarla, aplicarla en su conjunto. ¡ Háganlo. Serán más felices!
Si las paredes hablaran. Si las cosas hablaran, si aprendiéramos más de lo que habla la historia… En mi elección me decido esta vez por una breve cita. A veces, esas minúsculas frases, y esta lo es en grado sumo, expresan mucho de la intencionalidad de quien las escribe. Me refiero a la que aparece escondida al final del número 33 de la encíclica, apoyando su discurso sobre “los dolores, incertidumbres, temores, límites de la pandemia de nuestro mundo de hoy” que cita al principio. Se trata de un verso de Virgilio (Eneida 1, 462) que le evoca las lágrimas de las cosas o de la historia: “Sunt lacrimae rerum et mentem mortalia tangunt” (“Existen lágrimas de las cosas y cuestiones mortales tocan la mente”).
Pregunté y busqué varias posibles traducciones. La más común era “Las lágrimas de las cosas” o, la mucho menos sugerente y más estéril según otros, “Las lágrimas por las cosas”.
Me quedo con esta otra con adaptación incluida: “Existen lágrimas en el corazón de las cosas”. Más adecuada al fin que pretendo con mi humilde intención para decir “algo” de la encíclica. Ante la ya casi incapacidad de llorar ante las tragedias humanas.
No me extraña que las paredes con las que queremos construir nuestra historia lloren. Ni que llore tanta gente en América, en Europa, en el mundo entero en el ancho tiempo de la historia tan necesitada de la alegría y la esperanza de ‘Fratelli Tutti’. ¡Necesitamos convertirnos. Con gotas de lucha, alegría y lucidez frente a las lágrimas en el corazón de las cosas. Como las que hay en las migraciones a ambos lados de la valla. Porque cuando el mar y la gente con instinto de vida y ansias de libertad halla por las orillas, de pronto, un muro que le dice: atrás, podrá saltar o buscar los huecos de cualquier tipo de vallas pero detenerse… ¡jamás! Le va la vida y la dignidad en ello. Porque ha creído en eso de que todos somos ‘Fratelli’.