‘Fratelli Tutti’ vuelve sobre el “primer principio de todo el ordenamiento ético-social” (FT 120), el destino universal de los bienes. En ‘Evangelli gaudium’ y ‘Laudato si’’ tuvieron también un tratamiento destacado como principio básico y fundamental. Y es que, en realidad, no podemos hablar de fraternidad, ni de justicia, si hay millones de personas que no acceden a los mínimos para vivir con dignidad.
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El imperante sistema económico neoliberal descarta a millones de personas sin acceso a los bienes más básicos, mientras otras personas e instituciones acumulan sin cesar. Sin duda, para este sistema económico la fraternidad no es más que una expresión romántica (FT 109) o “buenista”, que dirían algunas personas en nuestro contexto.
Pues bien, desde el pensamiento social de la Iglesia, “el derecho de algunos a la libertad de empresa o de mercado no puede estar por encima de los derechos de los pueblos, ni de la dignidad de los pobres, ni tampoco del respeto al medio ambiente, puesto que quien se apropia algo es solo para administrarlo en bien de todos” (FT 122). Sobre la propiedad privada, derecho válido y necesario, grava una “hipoteca social” (san Juan Pablo II). Los bienes de la tierra están en función de las necesidades de todas las personas y del cuidado de nuestra Casa común.
En este sentido, resulta fundamental recrear la empresa para “promover una economía que favorezca la diversidad productiva y la creatividad empresarial” (LS 129; FT 168), huyendo en este sentido de “visiones economicistas cerradas y monocromáticas” (FT 169).
La doble vocación del empresario
La empresa, toda empresa, no solo puede estar anclada en el beneficio y el corto plazo. Las empresas tienen una responsabilidad social que no pueden evadir. La doble vocación del empresario, crear riquezas y mejorar el mundo para todos (FT 123), es indispensable.
Pero, además, hay que impulsar, de manera decidida, la economía social y solidaria. Ese entramado de iniciativas que van más allá del beneficio y la propiedad privada, para situarse en la dimensión no lucrativa y en la participación desde los bienes comunes. Economía de la gratuidad, así fue como la denominó Benedicto XVI en Caritas in veritate, dando “espacio al principio de gratuidad como expresión de fraternidad” (CV 34).
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