Extraordinarios o sencillos y humildes, los carismas son dones del Espíritu Santo, al servicio de la Iglesia, los hombres y el mundo.
Así sucede con nuestro Carisma Educativo, Francisco y Soledad forzados por el Espíritu, tomaron conciencia, recogieron el eco de las palabras de Jesús, “Tengo sed” y en su momento histórico, constataron que Jesús no era conocido por los hombres, que la sociedad, especialmente el mundo obrero, el mundo de los pobres, vivía ausente del gran amor del que ellos mismos son objeto privilegiado por parte de Jesucristo, porque son los predilectos del Padre, que en la escuela ya no se enseñaba la verdad del Maestro y que desde los primeros años, el niño pobre, el joven obrero nace ya y vive prácticamente sin Dios.
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Francisco y Soledad fundan la Congregación de Misioneras del Divino Maestro que colma sus ansias evangelizadoras desde el ámbito de la consagración – identificación con Jesucristo y su irradiación por la docencia. Así, la Congregación se siente lanzada en todo su hacer evangelizador desde el mismo Id y haced discípulos. El nacimiento de la Congregación significó para Blanco Nájera la cristalización de un empeño durante largo tiempo acariciado, y que tomó cuerpo en la historia y se hizo realidad en el mundo.
Esta experiencia fundacional de Francisco y Soledad se ha hecho también experiencia en cada Misionera del Divino Maestro que la descubre y la desarrolla mediante un proceso de formación asumida gozosamente, como responsabilidad de la propia vocación.
Los Fundadores nos llevaran de la mano a beber cuanto ellos nos dijeron de amor y pertenencia a esta Familia que, gracias a su entrega fiel y generosa hasta la muerte, pudo el Espíritu Santo suscitar en la Iglesia.
Nuestro carisma, es para cada Misionera del Divino Maestro y para cada Cooperador seglar del Divino Maestro aquel don personal que, estando en el origen de la experiencia de la fundación, traza los lineamientos espirituales esenciales que caracterizan la identidad propia del Instituto, su misión en la Iglesia, su peculiar espiritualidad y, todo esto, influye en nuestro modo de orar, de ser, de vivir en comunidad, en nuestro modo de relacionarnos, de vivir los votos y de anunciar el evangelio.
Una gracia viva
La Misionera del Divino Maestro, llamada a identificarse con Jesucristo mira a la Madre Inmaculada, y fijándose en Ella aprende cómo ha de realizar su propio itinerario vocacional en actitud de ofrenda absoluta de Fe, Caridad y Obediencia.
El carisma no se mantiene en la historia como se mantiene un patrimonio de ideas, de valores, de experiencias… sino, como una ‘gracia viva’, cuya dirección pertenece al Espíritu Santo: comienza con un acontecimiento de gracia que involucra al fundador en un ardiente camino para seguir a Cristo y puede permanecer en la historia solamente como gracia que siempre se renueva. Ello implica, como dicen nuestras Constituciones asimilarlo y vivirlo en actitud profética de constante búsqueda para descubrir las formas perennes y auténticas del Evangelio en un mundo que cambia.
Cuando Jesús Resucitado pronuncia el Id de la evangelización, no dice solo “anunciad el Evangelio” sino “haced discípulos”. Esta es nuestra utopía indeclinable: formar cristianos que siendo tocados por la persona de Jesucristo Divino Maestro lleguen a ser como Jesús Hijos y Hermanos.
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