-¡El río se llevó mi casa!
-Me quedé sin nada…
–La fuerza del huracán me quitó todo lo que tenía.
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Los desastres naturales están causando un terrible daño material, inundaciones por los diferentes huracanes han dejado a familias completas sin patrimonio, en México y Centroamérica.
Las imágenes son impactantes, desbordamiento de ríos, literalmente las casas han quedado bajo el agua, desastre total y desolador. Miedo, angustia, impotencia y una enorme tristeza en los rostros de quienes ven sus pocas pertenencias y seguridad vulnerada, temen por sus vidas.
En plena pandemia estas poblaciones enfrentan una devastación terrible, seres humanos que están viviendo al límite. Mientras esperan ayuda, usan los techos de sus casas para dormir, hay quienes se han quedado para cuidar lo poco que quedó y así evitar actos de “rapiña”, porque también en las tragedias algunos seres humanos muestran lo peor.
No es ningún castigo divino, son desastres naturales que afectan la manera de vivir y por supuesto, ponen al límite la fe, no hay responsables, pero sí afectados. Y es también ahí donde nacen grandes esperanzas, seres humanos que entienden el dolor, que salen al encuentro, ayudando, donando, ofreciendo sus manos para mitigar un poco tanta destrucción.
Se va a necesitar tiempo para reconstruir y reparar el daño material; sin embargo, las pérdidas humanas dolerán siempre, nada volverá a ser igual. Para estas familias que lo han perdido todo, darles esperanza y hablar de un futuro mejor, es un acto de fe, de confianza y sobre todo de paciencia.
A veces amanecemos con incendios catastróficos y después inundaciones que arrasan con poblaciones completas, terremotos, pandemia, hambruna. Vivimos tiempos de incertidumbre y dolor.
Es tiempo de confiar en el amor, generosidad y protección de Dios ante la adversidad y vernos como verdaderos hermanos en estos momentos de desesperación y angustia. Transformémonos en las manos de Dios, llevemos esa ayuda y apoyo que están esperando, a lo mejor no sea mucho, pero la suma de todos puede hacer la diferencia.
Me duelen los ojos
“Mis ojos lloran sin descanso, y no les daré reposo hasta que el Señor se incline y mire desde lo alto de los cielos. Me duelen los ojos de tanto llorar”. Lam. 3, 49-51
Tabasco y Chiapas, a través de donativos en efectivo que se pueden depositar en la cuenta de BBVA (BANCOMER) 0404040406, con lo que se comprará la ayuda humanitaria que necesitan ambos estados.