Damián Iguacen Borau, quien fuera obispo emérito de la Diócesis de Tenerife ha fallecido hoy, 24 de noviembre, a los 104 años de edad y siendo el prelado más longevo del mundo. Iguacen pasó sus últimas horas en el Hogar Saturnino López Nova, que las Hermanitas de los Ancianos Desamparados tienen en Huesca, después de que su estado de salud empeorase durante los últimos meses.
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A finales de julio fue visitado por última vez por el actual prelado nivariense, Bernardo Álvarez, quien, al conocer la noticia, ha expresado su “hondo pesar” por el fallecimiento “de un gran pastor que vivió entre nosotros como el último de todos y el servidor de todos”.
Tal como apunta la diócesis nivariense, en su última entrevista, publicada por el Heraldo de Aragón, Iguacen hacía referencia a la pandemia del Covid-19, señalando que le recordaba a la “gripe” que vivió en 1918, cuando tenía dos años. “Hubo mucho pánico”, decía. “Fue una situación similar a la que ahora se vive. El ambiente era de temor”, explicó. “Mis padres se portaron muy bien porque procuraron evitar el pánico. Me contaban todo en sentido positivo y resaltaban lo bueno”, rememoraba el prelado.
Vida de servicio
Iguacen nació en el pueblo de Fuencalderas (Zaragoza), y cursó sus estudios en el Seminario Conciliar de la Santa Cruz de Huesca. En 1941 fue ordenado sacerdote, y en 1969 fue nombrado administrador apostólico de Huesca. El 11 de octubre de 1970 consagrado Obispo en la Catedral de Barbastro. En 1984 tomó posesión como prelado de la Diócesis de Tenerife, cargo que desempeñó hasta 1991, cuando Juan Pablo II aceptó su renuncia. Desde entonces, era obispo emérito de la diócesis nivariense.
Entre 1972 y 1981 fue miembro de la Comisión Episcopal de Liturgia de la Conferencia Episcopal Española, y de 1984 a 1993 presidió la Comisión de Patrimonio Cultural. Asimismo, entre 1975 y 1978 formó parte de la Comisión para la Vida Religiosa, siendo reelegido para el cargo de 1981 a 1984.
