¿Por qué los malos tienen que ser feos?


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Normalmente, las personas que destacan en alguna faceta de la vida suelen ser propuestas como modelo para el resto de los mortales. Esto es lo que hemos visto en el caso de Diego Armando Maradona, un extraordinario jugador de fútbol, pero bastante reprobable en otras muchas dimensiones de su vida, como su relación con las mujeres, sus opciones políticas, su manera de vivir, etc. Su muerte, sin embargo, lo ha elevado a los “altares” y lo ha convertido en figura de referencia, al menos para muchas personas.



Me parece que el mecanismo que hace que esto sea así es el de la identificación que se produce entre las “ideas” más nobles y elevadas, de tal manera que algo que sea bueno necesariamente tiene que ser también bello, justo y verdadero. Este procedimiento tiene sus raíces en el pensamiento de Platón, con su mundo ideal –de “idea”– en el que las ideas conviven armónicamente y constituyen la verdadera realidad, y cuyo reflejo es la realidad material (recuérdese el famoso mito de la caverna, al comienzo del libro VII de ‘La República’).

Bondad vs. fealdad

Esta estrecha relación entre ideas –belleza, verdad, justicia, bondad– es lo que explica que extraordinarios artistas, o científicos, o deportistas, sean presentados como extraordinarias personas, aunque en las otras facetas de su vida sean auténticos seres despreciables. Esta es la razón de que, por ejemplo, los orcos de ‘El Señor de los anillos’ –creados al servicio del mal– tengan que ser por fuerza criaturas feas.

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En la antigüedad se valoró mucho la llamada “fisiognomía”, en la que se trataba de relacionar los rasgos físicos de las personas con los morales (probablemente de aquí venga el dicho de que “la cara es el espejo del alma”). Entre los textos hallados en Qumrán, por ejemplo, hay algunos que apuntan directamente a esto. Así, en 4Q186 leemos: “Y sus dientes son de alturas desiguales. Los dedos de su mano son gordos. Sus muslos son gordos y llenos de pelos. Los dedos de sus pies son gordos y cortos. Su espíritu tiene ocho (partes) en la casa [de las tinieblas] y una en la casa de la luz”.

Alguien dirá que bastante tienen las personas menos agraciadas para que encima les coloquen el sambenito de la maldad. Y tendrá razón. Pero así es la vida muchas veces…