Los casos suceden en todos los lugares del mundo, es violencia física y verbal contra la mujer, un tema sensible y doloroso.
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Un tema de educación que debe hablarse en casa, pero que, al parecer, se continúa omitiendo en nuestra sociedad, se habla de una doble moral, descrita como una falta de apoyo legal, omisión que acaba con la vida y tranquilidad de las mujeres.
La violencia sexual se ha incrementado, cuando debería haberse acabado o como mínimo, detenido.
Las mujeres siguen saliendo a las calles con miedo, muchas se sienten usadas, miradas y deseadas; una enorme cantidad son vulneradas y se les arranca la vida.
La eliminación de la violencia contra la mujer es uno de los desafíos más grandes e imperiosos de nuestros tiempos.
Una degradación de la percepción de la mujer
En las calles se les sigue tocando de forma grotesca y vulgar, muchas veces estas muestras van acompañadas de violencia verbal y seguimos siendo testigos de silbidos y claxonazos que incomodan a toda mujer.
Como sociedad, no vemos avances concretos, se sigue empleando el cuerpo femenino como objeto de deseo, la comunicación sigue manteniendo ese estereotipo que tanto dinero permite ganar a las grandes empresas, donde la “satisfacción visual” está por encima de toda ética y moral.
Son “modelos” que muestran sus atributos y aprovechando la atención ofrecen servicios, ofertas o productos.
La Organización Mundial de la Salud estima que “una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual”.
Estos datos realmente son alarmantes, se visualiza lo que se está normalizando en los hogares, en las pantallas, en el cine, televisión y revistas.
Como resultado: desapariciones, violaciones, toqueteos y degradación de la percepción de la mujer. No debemos callar, como creyentes, debemos denunciar.
Hablar del tema con nuestros hijos varones, explicarles que no es ningún juego, que de ninguna manera se debe normalizar el diálogo agresivo, ni debemos permitir los pensamientos o acciones que degraden el valor y dignidad de la mujer.
Jesús y su relación con las mujeres
En la medida en que hombres y mujeres aprendan, desde la más temprana edad y a través del ejemplo en la familia, que existen formas no violentas de resolver conflictos, podrán rechazar la violencia en la escuela, en el trabajo y en su vida cotidiana.
Entre las cifras que ofrecen y que se pueden consultar, destaca el siguiente titular: “Un 27.4% de los y las jóvenes en México, cree que la violencia hacia las mujeres es una conducta normal en la pareja”.
Y el 87% de la población joven considera que es “un problema social muy grave”. Analicemos estas cifras: uno de cada cuatro jóvenes entre 15 y 29 años cree que la violencia es una conducta normal en el seno de una pareja.
Además, tras analizar los datos se observa que se está produciendo una normalización de este problema. Uno de los elementos característicos de la manera de ser y de actuar de Jesús, tal y como nos lo muestran los evangelios, es, sin duda, su relación con las mujeres, particularmente en los años de su vida pública.
“Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana, y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes” (Lucas 8, 1-3).