La Iglesia católica va a contar con su primer fiscal beatificado. Se trata del italiano Rosario Livatino, asesinado por la mafia siciliana en 1990 y cuyo martirio en odio a la fe fue proclamado en un decreto publicado este martes por la Congregación para las Causas de los Santos del Vaticano. También serán beatificados los españoles Vasco de Quiroga, obispo de Michoacán fallecido en 1565, y el sacerdote Antonio Vicente González, muerto en 1851.
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Conocido como el “juez muchacho” porque inició con solo 27 años de edad su carrera en la Fiscalía de Agrigento, Livatino se ocupó principalmente de la aplicación de medidas de confiscación de bienes para combatir el crimen organizado en su Sicilia natal. El 21 de septiembre de 1990, cuando se dirigía en automóvil hacia Agrigento desde su pueblo, Canicattì, fue asesinado con cuatro tiros de pistola por sicarios de un clan de la Stidda, grupo mafioso nacido en el sur de la isla a finales de los años 80 del siglo pasado.
Livatino militó de joven en Acción Católica y era un profesional de fuertes convicciones religiosas, algo que sabían sus asesinos. Uno de ellos, que luego pasó a colaborar con la Justicia, desveló que quien ordenó el asesinato del fiscal sabía que era una persona recta e insobornable debido a su fe, por lo que no había manera de acallarlo por medio de la corrupción. Esa fue para la Iglesia la prueba de que su asesinato fue un martirio “in odium fidei”. A Livatino los criminales lo conocían como “el santurrón” porque frecuentaba habitualmente la iglesia situada cerca de la vivienda de Canicattì donde vivía con sus padres.
Ejemplo para los profesionales del derecho
San Juan Pablo II calificó en 1993 al joven fiscal de “mártir de la justicia e indirectamente de la fe”, mientras que el papa Francisco dijo de él el año pasado que “es un ejemplo no sólo para los magistrados, sino para todos los que trabajan en el campo del derecho: por la coherencia entre su fe y su compromiso con el trabajo, y por la actualidad de sus reflexiones”.
También invitó a emular su capacidad de expresar la fe “plenamente al servicio de la comunidad civil y de sus leyes; y de cómo la obediencia a la Iglesia pueda conjugarse con la obediencia al Estado, en particular con el ministerio, delicado e importante, de hacer que la ley se respete y se cumpla”.
Foto: Vatican News