El temporal Filomena ha dejado tras de sí la mayor ola de nieve y frío que ha conocido España en las últimas cinco décadas, con cuantiosos daños materiales, pero que, sobre todo, se ha llevado por delante varias vidas. Entre ellas, las de dos personas sin hogar que fallecieron en Barcelona por hipotermia.
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Las bajas temperaturas congelan con más crueldad la pobreza y se muestran impías con quienes no tienen un techo, aquellos que son olvidados por una ciudadanía más preocupada por garantizarse que puede comer pan del día o apañárselas para sortear con su coche una placa de hielo.
Anticiparse al temporal
A la vista está que, a pesar de las advertencias de los servicios meteorológicos, las autoridades públicas –de diferentes administraciones y signo político– no supieron responder con previsión a la que se venía encima. No así la Iglesia, que se anticipó, a través de entidades como Sant’Egidio, Cáritas, Mensajeros de la Paz, Santa Anna o Fundación Madrid para dar calor y cobijo a quienes sabían que quedarían descartados de primeras en una emergencia de tal magnitud. Precisamente porque la labor social de la Iglesia se desborda cuando se trata de rescatar al más frágil en plena tormenta.