José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

Recordatorio


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Hospitalidad. Hermosa palabra. Femenina. Seña de identidad para muchas culturas y religiones. La hospitalidad teológicamente hablando es un valor primordial e imprescindible para religarse con Dios.

Es muy apropiado recordarlo cuando en esta semana CONFER ha lanzado la Campaña ‘+ Hospitalidad’, que, para encarnarla, está muy bien apoyada en testimonios vivos de “encuentros que trasforman vidas”.



A todos –sociedad civil y religiosa– no nos conviene olvidar la Hospitalidad. Al contrario, hay que ponerle el signo “más” delante como hace esta campaña de religiosos y religiosas tan entregados, por otra parte, en la causa acogedora con migrantes. En muy variadas formas. He sido y soy testigo de ello. Y me alegro que nos lo recuerden. Gracias.

Hay una historia hasídica que dice así:

“En Ropschitz, la ciudad del rabino Neftalí, los ricos cuyas mansiones quedaban aisladas a las afueras de la población solían buscar a personas a quienes encomendaban la vigilancia nocturna de sus propiedades. Una noche, ya tarde, iba el rabino Neftalí bordeando el bosque que rodea la ciudad y se encontró con uno de aquellos guardias privados que hacía la ronda arriba y abajo. ‘¿Para quién trabajas?’, le preguntó. El vigilante le respondió, preguntándole a su vez: ‘Y usted, ¿para quién trabaja, Rabbí?’. La pregunta le alcanzó al zaddik como una flecha. ‘Todavía no trabajo para nadie’, respondió con pena, y se puso a caminar arriba y abajo, durante un buen tiempo y en silencio, junto al vigilante. Finalmente, preguntó a este: ‘Quieres ponerte a mi servicio?’. ‘Con mucho gusto’, le respondió, ‘pero ¿para hacer qué?’. ‘Para recordármelo’, concluyó Rabbí Neftalí”.

“¿Para quién trabajas?”. ¿Para quién trabajo yo con mi vida? ¿No hay muchas veces que trabajo para mí? ¿Trabajo para alguna causa? ¿Para otro? ¿Para ese otro que me ha tomado a su servicio?

Dice la historia que el rabino se sintió profundamente conmovido por aquella pregunta. Hacía años que estudiaba la Torá y, sin embargo, dice que todavía no trabaja para nadie. “Para recordármelo”: es consciente de que necesita a alguien que le recuerde para quién y para qué debe trabajar durante su vida.

Un recuerdo necesario

La labor que desde la identidad y misión propias (y desde la colaboración con otros) hacen los religiosas y religiosas en este y en otros campos es un buen dedo índice que sirve de interpelador recuerdo. Necesario recuerdo.

Y es que la hospitalidad hacia el extranjero es también principio ético de las religiones. La Campaña tiene abundantes textos. Por lo que viene al caso, escojo el episodio de Abraham narrado en el libro del Génesis (Gn 18.1-3), que hace que la misma hospitalidad sea fecunda. Abraham acoge junto a su tienda, en Mambré al mediodía, cuando más calentaba el sol, a los tres misteriosos personajes, que, en premio a la acogida, dejaron para él y su esposa la bendición de la fecundidad.

Esa fecundidad misteriosa y real que nos viene de los hombres y mujeres que a través de sus votos religiosos generan tantas vidas. ¡Tantas! Muchas de ellas viviendo con los migrantes en una vida compartida que entresaca de la fragilidad el propio testimonio de Cristo Migrante.

parroquias, Mesa Hospitalidad

Y como no hay texto sin contexto, esta Campaña nos clava en la memoria del corazón la respuesta de la ternura de vidas libres y entregadas frente a la hostilidad, que nace en medio de un escenario global terrible. No solo por la pandemia sino por sus consecuencias en donde miles de refugiados son machacados, abandonados a su suerte (¡qué pasa en Canarias, por Dios!), expulsados en caliente –y en frío–, encerrados en campamentos inmundos, o como monedas de cambio en los avances legislativos, etc.

Todo ello ante el silencio de muchas conciencias –incluso religiosas– que se hacen sordas a cualquier recordatorio que incomode. Los economistas no los quieren, o los quieren en trabajos esclavos; los políticos buscan excusas torticeras para decir que no se puede y muchos hombres y mujeres de la calle azuzados por populismos políticos o sociales tendemos a volver el rostro, a mirar hacia otro lado, como en el cuarto cántico del Siervo de Yavhé: ¡Ante quien se oculta el rostro!

Me viene a cuento el verso primero del poema de Luis Cernuda titulado ‘1936’. Dice así: “Recuérdalo tú, recuérdalo a otros”.

Este poema fue escrito como un homenaje en los años sesenta, los años de la emigración española, tras el encuentro de Cernuda con un brigadista que vino a España a luchar en 1936 y un canto en defensa de la dignidad del hombre. Y como un recordatorio de que solo la memoria del pasado, frente al olvido y la mentira, nos hará seguir avanzando.

Hay que seguir sumando hospitalidad. Menos mal que, entre otros, tenemos de nuevo a las religiosas y religiosos para recordarlo.