Ser consagrado en estos tiempos es algo atrevido, provocador, diría yo. Dicen que somos una especie a extinguir, pero, como los linces, estamos sorprendiendo y nos vamos manteniendo en nuestro entorno natural, que es la Iglesia, de una manera providencial. A lo que no estamos dispuestos es a ser domesticados para dejar de ser linces y acabar siendo simplemente gatos. ¡No! Por eso queremos celebrar gozosamente nuestro día, ya en su veinticinco aniversario.
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
- Descargar suplemento SomosCONFER completo (PDF)
Dios nos ha citado en alguna esquina de camino y nos ha herido a fuerza de misterio, de dolor, de preguntas. Y nos ha convocado a ser respuesta desde la fraternidad y la ternura. Y ya no valemos para otra cosa que no sea amar, sin medida y sin fronteras. Nos anima el deseo de ser todos hermanos, Fratelli Tutti, diría el papa Francisco, que, como consagrado que es, sabe mucho de esto que nos eriza la piel.
Hay una reserva de los descartados, los inmigrantes, los presos, los rohingyas, los gays, los yazidíes y largo etcétera inadmisible. El valor de un ser humano, imagen de Dios, es algo innegociable. Y esto nos conmueve y nos mueve a los consagrados cuando vemos que se quiere rebajar a alguien en su dignidad.
Sin futuro
Porque, si esto no es respetado, no hay futuro para nadie. Estamos adheridos afectivamente a Jesucristo de tal manera que queremos sentir, actuar y anunciar la buena Nueva como Él. En esta misión nos encontrarán siempre. Y no es mérito, es pasión.