Sin duda, algo que encanta a grandes y chicos es la pasión por los poderes. Desde Ícaro, que quería volar, las series y películas y hasta todos los dibujos animados que hoy ven nuestros hijos tienen una constante de anhelar fuerzas extraordinarias, capacidades ajenas al ser humano como hacerse invisibles, correr más rápido que la luz, poder trepar por los edificios, conversar con los animales… y así suma y sigue. Toda una fauna de habilidades –por el momento fantasiosas– que nos llenan de ilusiones e inundan la imaginación de libretistas y los que redactan cómics.
Seguramente, esta característica es propia del ser humano y se debe a razones históricas y psicológicas que no tienen lugar en el comentario de hoy. Pero sí me quiero detener en la constatación de este anhelo y ver qué podemos sacar en limpio para nuestra vida diaria, sobre todo en el contexto actual, donde los héroes de carne y hueso brillan por su ausencia en la humanidad.
¿Qué don elegiría?
Constantemente, veo a mis hijos discutiendo por los poderes que cada uno quiere tener; es más, muchas veces juegan y me preguntan cuál sería el máximo poder que les gustaría tener. Los rankings de ellos oscilan entre el volar y la capacidad de viajar en el tiempo. Sin embargo, y a la hora de la verdad, siempre me pregunto: si se me dieran la posibilidad de tener un don extraordinario, ¿cuál elegiría?
No me tientan mucho los talentos físicos, pero sí sueño con la sabiduría para ser feliz y hacer feliz a los demás en forma permanente. Y no es que no lo sea, sino que creo que podría serlo mucho más y así también hacer mucho más felices a los que me rodean, despejando la desesperanza y el “tono gris” que se respira en la sociedad.
Algunas pistas
Creo que este súper poder –el querer ser feliz– es una búsqueda generalizada de los hombres y mujeres de todos los tiempos, pero pareciera que ahora está más difícil encontrarlo. Hay demasiadas “buenas razones”, dicen algunos, para creer en el ocaso de la humanidad. Además, los caminos que hoy se ofrecen son tremendamente variados y algunos de ellos terminan siendo espejismos que se desvanecen: la imagen, el reconocimiento, el éxito, la fama, el bienestar económico… Sin embargo, también hay algunas pistas que nos pueden ayudar a acercarnos y poder ser los súper héroes que necesitan el mundo para renacer y construir una verdadera felicidad fraterna:
- El traje: todo súper héroe siempre ha tenido una vestimenta que lo caracteriza y que hace evidente su poder. En el caso nuestro, pienso que una buena capa sería de la de gratitud. Vestirse constantemente de todos los milagros que ocurren constantemente en nuestras vidas nos dará una actitud positiva y optimista frente a lo que suceda. Un buen antifaz sería la sonrisa (esa que se trasluce en nuestro rostro, aunque llevemos mascarilla); que, fuera ella, está nuestra carta de presentación frente a todos los que encontremos en el camino, incluso el antipático y el apático… Qué increíble fuerza tiene una sonrisa gratuita y llena de afecto. Un buen escudo sería la valentía, para así atreverse a ser diferente y convertirse en un “amorista” que devuelva el mal con bien. Un buen cinturón sería la capacidad de dar: dar tiempo, atención, cariño, paciencia, ayuda material, consuelo y el propio corazón, aún a riesgo de sufrir.
- Tener en cuenta que nos debilita para alejarnos de eso: ¿se acuerdan de la kryptonita, que dejaba a Superman al borde de la muerte? Bueno, él y sus archienemigos sabían que esa era su debilidad y hacía todo lo posible para no tomar contacto con ella o defenderse a tiempo. Lo mismo debiéramos hacer nosotros: si sabemos que nuestro talón de Aquiles es la rabia, debemos trabajar para que ella no nos domine, para poder expresarla de forma adecuada, para tomar conciencia que no somos rabia, sino que es solo una emoción con la que no debemos fundirnos. Lo mismo con la tristeza o el miedo; si la debilidad nos entra por ahí, no dejemos que nos invada. Para ello, es bueno mirar con objetividad las causas y reenfocarnos en el amor. Temor y amor no son compatibles; luz y oscuridad, tampoco. Aquí hay que hacer el trabajo personal, revisarse en dónde nos caemos siempre y buscar salidas efectivas y amorosas con nosotros mismos.
- Cargarse de la fuente del poder: no sé si todos recuerdan a Súper Tribi (hoy más conocido como Goofy) cuando se le estaban terminando los poderes; él iba a su jardín y comía los manís mágicos que le devolvían las fuerzas. Popeye y su espinaca, y así nosotros debiéramos hacer lo mismo. Cada vez que nos sintamos sin energía y con la desesperanza llegando al cuello, podemos acudir a la fuente de todos los poderes: Dios. Él es claro al decirnos que Él es la fuente de la vida eterna; que, si nos unimos intrínsecamente a su presencia, no necesitamos nada más. Es más, en algunas contadas ocasiones hemos podido sentir esa plenitud al ser uno con Dios, o bien hemos podido admirar la felicidad con que viven los que realmente tienen una fe madura.
- Vencer al enemigo: el gran boicoteador de la felicidad de todos es el ego, ese que nos hace identificarnos con lo que no somos; con las cosas, con los roles, con la imagen, con las emociones, con los pensamientos, con lo físico… Entonces, sufrimos y vivimos en el drama en vez de en la felicidad. Si realmente tomáramos conciencia de que somos hijos de Dios, todos, no nos haríamos esclavos de lo externo y viviríamos con más plenitud y gozo cualquier cosa que se nos asome al camino.
- La liga de la justicia: muchos héroes se unen para vencer; cada uno aporta su poder y arman un grupo aún más fuerte que lo individual. Lo mismo podríamos hacer nosotros. Si reconocemos algunas fortalezas o dones especiales en nosotros, podemos aportarlas a un grupo mayor y, a la vez, alimentarnos de lo que no tenemos. Si somos inspirados, pero desordenados, ayudémonos del organizado y metódico. Podemos formar “grupos de poder” en todas partes: en la familia, en el trabajo, en las amistades…
Vivir en armonía
Después de todo esto creo que podemos ser los nuevos súper héroes que necesita el mundo para reencontrarnos en la paz, convivir como hermanos, superar las injusticias, vivir en armonía con la creación y promover la verdadera felicidad para todos. En esta Cuaresma, alimentémonos de ‘La fuente de poder’ y salgamos a volar al infinito y más allá.
Trinidad Ried es presidenta de la Fundación Vínculo