VIERNES
Iglesia de San Juan de Dios. Diálogo sobre las directrices vaticanas para la conversión parroquial. Poco que hacer y que decir. No porque el personal esté a por uvas. Sino todo lo contrario. Ahí se trabaja codo con codo. Con un pastor que no quiere ser ni más ni menos. Con unos laicos que no necesitan envío institucional. Eso sí, preocupación compartida. La de todos. Cómo salir al barrio. Para acompañar. No para captar. Para curar. No para dar recetas ni prospectos prefabricados de conversión.
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SÁBADO
Otro más. No he abierto ninguna ventanilla de reclamaciones sobre el misal. Pero, en estos días de Cuaresma, son unos cuantos los sacerdotes que cuentan que han tenido que dejar de lado la actual traducción. También la del Evangelio. Objeción silenciosa ante lo enrevesado de un léxico que consideran alejado. Algunos traducen al paso al castellano de la calle ese engolamiento. Otros sustituyen los libros recién comprados por los anteriores gastados. Los hay que tiran de la versiones del otro lado del charco.
DOMINGO
Uno lleva unos cuantos viajes de Francisco al lomo. Siguiéndolos desde la lejanía, eso sí. Esa distancia que en ocasiones da una visión panorámica nítida. En otras, con esa sensación de verlo todo borroso, por no poder captar el detalle. Siempre con la sombra de la preocupación de que algo se pueda torcer. Pero nunca como hoy, con la alerta de que la integridad física está en juego. Y como él, todos los que deciden poner un pie en las calles de Bagdad o de Mosul.
El Estado Islámico se fue. El mero hecho de que un Papa se plante como emisario de la paz en la plaza de las iglesias donde los yihadistas proclamaron el califato da escalofrío. Porque frente al terrorismo, se tiende la mano de la reconciliación. Él y todos los musulmanes y cristianos de buena voluntad que le respaldan. La más sana de las provocaciones. Amar al que te considera enemigo.
MARTES
Foro PPC. Habla Espido Freire. Reconoce que educarse con las Hijas de la Caridad fue para ella una experiencia positiva, para crecer en el servicio al otro. Además, gracias a su tía carmelita, se adentró en la contemplación. “El colapso llegó en la universidad, cuando me enfrenté con el estamento eclesiástico, que privilegiaba lo clerical a lo pastoral. Me alejé de forma dolorosa de la fe”. Ahora habla “desde el más respetuoso agnosticismo”. Espido no se fue. A Espido la echamos.