Desde hace 8 años Francisco es Pedro. Con creatividad y parresía el Pontífice argentino nos ha convocado a ser, con la Alegría del Evangelio, una Iglesia en salida, misionera, pobre para los pobres, que cuida y protege la Casa Común cantando Laudato Si’.
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Nos ha animado el Obispo de Roma a ser testigos de una Iglesia signo de comunión, sinodal, que ha convertido a las periferias en su centro y muestra el rostro misericordioso del Padre a toda la humanidad.
Con su ejemplo, el Papa Francisco nos exhorta a ser santos en la vivencia cotidiana del amor generoso, a luchar contra la cultura del descarte y de la indiferencia, sembrando la amistad social y tejiendo redes que nos permitan llamar a Dios Padre con la certeza de que todos somos hermanos y hermanas.
Con su palabra profética ha denunciado a los dioses del poder y del dinero, que dirigen un sistema que mata, empobrece y excluye. Como Jesús, Francisco lucha sin tregua contra los fariseos de hoy, esos que han puesto de nuevo el sábado por encima del hombre y se aferran a dogmas caducos, que contradicen las opciones del Nazareno por los pobres y pecadores.
El Papa de los Migrantes
Sin duda alguna en el corazón de pastor del Papa Francisco los migrantes refugiados, desplazados y víctimas de trata ocupan un lugar privilegio.
Su primer viaje oficial fue a Lampedusa. Durante el trayecto entre Cala Pisana y el Puerto de Lampedusa, el Papa Francisco arrojó una corona de flores al mar para rendir homenaje a los emigrantes muertos en el mediterráneo que se calculan en 25 mil durante los últimos 20 años.
Al crear el Dicasterio al Servicio de Desarrollo Humano Integral decidió dirigir él mismo la Sección para Migrantes y Refugiados. En 2018 en su mensaje para la 108ª Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado Francisco marcó un hito importante al presentar a la humanidad las cuatro formas de conjugar el verbo amar en la atención a los migrantes: Acoger, Proteger, Promover e Integrar. Desde entonces estos cuatro Verbos orientan el ser y quehacer de la Iglesia que quiere ser samaritana y compañera de camino de las personas en movilidad.
El clamor de los Migrantes
El Sucesor de Pedro, número 266, hace resonar continuamente el sufrimiento de los migrantes, exigiendo que demos respuestas a sus clamores:
“Cada vez con mayor frecuencia, las víctimas de la violencia y de la pobreza, abandonando sus tierras de origen, sufren… en el viaje hacia el sueño de un futuro mejor” (Emigrantes y refugiados nos interpelan. 2016).
“Traficantes sin escrúpulos, a menudo vinculados a los cárteles de la droga y de las armas, explotan la situación de debilidad de los inmigrantes, que a lo largo de su viaje experimentan la violencia, la trata de personas, el abuso psicológico y físico, y sufrimientos indescriptibles” (FT 38).
Los extranjeros sufren los embates de la xenofobia en los países donde arriban buscando una vida mejor: “Los migrantes no son considerados suficientemente dignos para participar en la vida social como cualquier otro, y se olvida que tienen la misma dignidad. Nunca se dirá que no son humanos pero, en la práctica, con las decisiones y el modo de tratarlos, se expresa que se los considera menos valiosos, menos importantes, menos humanos” (FT 39).
Ante esta realidad el Papa ha destacado que “tanto desde algunos regímenes políticos populistas como desde planteamientos económicos liberales, se sostiene que hay que evitar a toda costa la llegada de personas migrantes” (FT 37), prevalece “la tentación de hacer una cultura de muros, de levantar muros, muros en el corazón, muros en la tierra para evitar este encuentro con otras culturas, con otras personas” (FT 27).
Francisco nos anima permanente a derribar muros para construir Puentes de Solidaridad, subrayando claramente que “quien se empeña en construir muros sencillamente no es Cristiano”.
Construyamos puentes.