El papa Francisco recordaba en su ángelus de este 14 de marzo que se han cumplido 10 años del inicio de la guerra en Siria. Un conflicto que ha reducido la población de Alepo, la segunda ciudad del país tras la capital Damasco, en un 60%. Es la población con mayor presencia cristiana y el sacerdote franciscano Ibrahim Alsabagh su párroco, quien confiesa que durante la visita de Francisco a Irak han “sentido su presencia y sus oraciones”.
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Frente a la desesperación
En una carta a sus fieles denuncia que la ciudad ha vuelto a una situación de “emergencia total”, que también afecta a los cristianos. En dicha misiva agradece también la implicación de la comunidad y los bienhechores que hacen posible que se pueda “mantener encendida la vela de la fe, la esperanza y la caridad en el corazón de todos los hombres, especialmente de los cristianos que han quedado pocos”, tal como se recoge en una entrevista con los medios vaticanos.
“Ante dificultades objetivas que no podemos cambiar, es necesario llevar la cruz con paciencia y al mismo tiempo tener una mirada de fe que va más allá de los proyectos humanos y nos conduce al proyecto divino”, apela implorando el arrojo de la Sagrada Familia. “Una mirada de fe que nos permite no caer en la desesperación, sino continuar con confianza y valor, mirando al Señor. Hemos tocado con nuestras propias manos su tierna presencia en estos años difíciles”, señaló.
Para el sacerdote, “han sido diez años imposibles de vivir, pero el Señor nos ha acompañado. Él provee a nuestras necesidades. Con esta experiencia de cuidado podemos seguir adelante, de lo contrario no sería posible”. Y es que no le falta vitalidad a la comunidad cristiana. En este sentido, relata que “a pesar de los cierres, los problemas relacionados con el coronavirus, cada domingo tenemos 960 niños en el centro de catequesis de la parroquia. El acompañamiento en Cristo les permite no desesperarse, al contrario, alimentados por la Palabra dan esperanza a sus familias”.